Es época de caída de liderazgos. De pedestales, estatuas, mausoleos y también de textos históricos o clásicos. La Religión ya no es el opio del pueblo. La ha reemplazado de modo absoluto una droga de mayor poder tóxico, más capacidad de difusión y con gran empatía por la clase más abundante en el país: la mediocridad.
En el Paraíso actual donde transcurren nuestras vidas, quien se mueve subrepticiamente aletargando inteligencias y conciencias con el falso ofrecimiento de "manzana informativa" es un haz de radiaciones electromagnéticas, que ofrece imágenes a una pantalla rectangular. El "cuarto de estar del hogar" era el habitáculo sabio de la casa donde la voz del padre impartía enseñanzas y consejos, la madre frases siempre de amor y ternura y el diálogo dejaba entrever el progreso en boca de los más jóvenes, las nuevas generaciones. Había humor, recuerdos, anécdotas, brindis y también un análisis de la situación estudiantil de los escolarizados. Hoy, en este salón sólo se pide silencio, para que la voz que el televisor emite sea el sonido único que aúne a las familias españolas. Sigue manteniendo su liderazgo a pesar de que las redes sociales quieren arrebatárselo, pero nunca podrán alcanzar estas últimas las dotes de persuasión de la "pequeña pantalla" .
El poder ha visto en el medio televisivo el nacimiento de una nueva droga de gran efecto relajante y sedante ante toda presencia de una clínica de inteligencia emergente, con inquietas aspiraciones, tendencia creativa, critica severa o necesidad de rebelarse ante la opresión y el dictado. Los gobiernos han actuado como "farmacéutico electrónico" porque han visto que la posesión de este medio de comunicación, garantiza la estabilización en el mismo y el dominio.
El medio televisivo se estataliza. La denominada vulgarmente "televisión basura" se extiende como las alas del ave sobre sus crías impidiéndoles ver otro mundo. El vocerío, la mala educación, el insulto, los malversados testimonios que balancean la fama más firme y el rasero, tirando a barrizal de la cultura, alcanza cuotas previamente inimaginables.
Antes se decía que se utilizaban toros y futbol para distraer toda otra ocupación que pudiera idear el ciudadano. Ahora es el mundo de la tele y las redes. Se dice que nos imponen criterios y opinión y que además nuestra poca diligencia actual, el mundo del ocio, hace que las aceptemos consentidamente.
Estamos de vacaciones. Queremos relajarnos. Desentendernos totalmente del mundo que vivimos los once meses restantes del año. Es del todo razonable y justo, pero sentados en un área sombreada, donde corra una brisa que nos refresque y haga innecesario un aparato eléctrico qué si bien nos refrigera, al par nos arruina con su obesa factura, se puede reflexionar durante unos minutos y preguntarse ¿no seremos nosotros, la sociedad, en vez de los gobiernos los que estamos verdaderamente adormecidos o quizás con criterios patológicos y necesitemos un estímulo, una vacuna que haga reaccionar a nuestro carácter y empezar a no admitir todo aquello que degrada personalidad, valores, inteligencia, cultura, responsabilidad o modo de vida que quieran imponernos? Estamos saturados de conceptos, ideologías, formas de expresión y comunicación, salvajadas gramaticales e injerencias educacionales, dirigidas no por los más torpes, sino por los de menos conocimientos, por aquellos que han aprendido sin pensar, lo que es sumamente peligroso y tenemos que darnos cuenta que quien verdaderamente tiene el dominio sobre lo que quiere ser su vida y su lugar donde vive y fallece, es la Sociedad Civil, que tiene que centrar toda su agudeza vital, en elegir a verdaderos expertos en cada parcela administrativa y no resentidos que juegan con una memoria que pudiendo ser digna la hacen miserable, al parcializar a su favor el sentido de la justicia y muestran su inepcia en la mayor parte de la problemática que ya comienza a azotar el país.
Cuando los godos arrasaron Grecia, les pareció muy útil y reflexivo dejarles las bibliotecas, para que distraídos en el saber, se hicieran sedentarios y ociosos, pero no guerreros, que es lo que podía inquietarles. La sociedad griega se había olvidado que también hay que saber defenderse. No caigamos nosotros en el mismo error.