Se acabó. Hay cosas y hechos que a pesar de repetirse indefinidamente, sin embargo, en un momento determinado adquieren amplia relevancia y las dos palabras con que comienzo el escrito fueron en la voz y en la letra de una canción argumento de total popularidad. Ahora es agosto quien se apodera de ellas y se puede decir con absoluta certeza, que el verano "se acabó".
Es cierto que nos queda veintiún días más de esta estación, pero son comparables al tiempo de jubilación de las personas, que si bien siguen siendo seres vivos, pero han sido apartados del mundo laboral y profesional, donde los motivos económicos se imponen a los criterios físicos, psíquicos responsables y expertos. Septiembre podrá seguir siendo caluroso, pero su temperatura, su clima, ha perdido oficialidad.
Se sueltan de nuevo las cañas y los bastones que han servido de apoyo en travesías y caminos y se cambia la arena playera por la alfombra y el parqué de despachos y parlamentos. La suerte no es igual para todos. Siempre habrá gobernantes y gobernados y los suelos que pisan nos dirán su diferencia.
El fuego veraniego que hemos soportado no ha sido solamente "climático". Nadie lo ha explicado mejor que los distintos telediarios de las cadenas televisas. Imposible arrancar de ellos una noticia agradable. La "quinta ola", la espera/desesperanza de que los turistas nos invadan masivamente. La crisis económica de las empresas sobre todo la hostelería, donde el turista español ha sido el salvavidas que llega, cuando la disnea es asfixiante. La casi imposibilidad de que las familias modestas puedan tener al menos la casa alumbrada, que hace pensar si volvemos de nuevo al "quinqué y la mariposa", pero sobre todo y en los últimos días, la sonrojante actitud de los países más desarrollados, en la dolorosa y cruel "hégira" del aeropuerto de Kabul. El dialogo ha tenido un traspiés, que le desacreditará como noble arma para la concordia. Los totalitarios por causas que escapan a la modesta sociedad civil, en ocasiones son intocables.
Pero nuestra "patria chica" nuestra "salada ínsula", la isla de San Fernando, es diferente y las noticias son simpáticas y de amplio sentido del humor.
Días atrás el Ayuntamiento isleño da a conocer el programa de celebración del Halloween. Dice que esta vez pone su mirada en la filosofía y la estética de la tradicional noche de los muertos de Méjico. No parece lógico ni de muy buen gusto reunir fiesta y muerte, con lo que llevamos pasado; se supone que se hará con la idea de hacer más natural y lógico el sentido trágico de la vida y para ello lo mejor es adherirle el humor. Pero lo que más comicidad presenta es la distribución de los tres días de más fiesta. El 29 de octubre será la "noche de las calabazas" que siempre creímos que la impartían en junio y septiembre, pero que la Ley Celaá ha permitido su desplazamiento y sátira, para que no se sientan ofendidos los que alcanzaron por sus propios méritos el suspenso. El día 30 de octubre, será el de la "noche negra", que suponemos encierra una crítica hacia el recibo de la luz y el 31 la "noche de Halloween”, en la que añadiremos una máscara más a las dos que ya soportamos, la de la pandemia y la de la vida ordinaria. Habrá guirnaldas desde el 22 de octubre y también se adornará la "oficina de Turismo" a ver si cae algún turista.
No hay nada como vivir en paz. A la paz había que buscarle un símbolo y este recayó sobre la paloma. El singular es muy atractivo, pero cuando las cosas se pluralizan, cuando las palomas invaden plazas, monumentos y jardines resulta que nos damos cuenta que además de representar tranquilidad, también tienen aparato digestivo, necesitan sustento diario y sus excrementos pueden deteriorar seriamente conjuntos arquitectónicos de sublime belleza. Pero lo más preocupante es su enorme capacidad de reproducción. Hay que limitar su número. Ahora estaría mal visto que se sacrificaran para dar lugar en las modernas cocinas a esos caldos que según las abuelas recuperaban claramente a los enfermos.
Hemos encontrado la fórmula y además precedida de un gran sentido ético. Darles anticonceptivos. Irán unido a la comida que podrán encontrar en tres dispensadores dispuestos en el Ayuntamiento, por aquello de la simbología política que representan, en la avenida Carlos III, para recordar el ambiente militar del lugar y el primer núcleo de habitantes. En Servando Camuñez, para que nadie critique, diciendo que hace falta de cultura. Hay jolgorio entre los machos - que ahora ven que "todo el monte es orégano" libre de responsabilidad filial- y las hembras ven al fin alcanzada la libertad sexual, sin ataduras gestantes.
Nos ha sentado bien el verano. No cabía esperar menos en esta isla rodeada de aguas y playas de tanta belleza y se ha conseguido inducir en la población que el ocio y el bienestar le seguirán acompañando -sin acabarse, como agosto- mientras siga existiendo el humor y la alegría en sus instituciones, que es lo mismo que yo he querido conseguir con este artículo.