Mañana es el encendido de las luces de Navidad, que, un año más, coincidirá con el apagado completo de las luces de la razón. Nos vamos a gastar un pastizal, de nuevo, en ¿exactamente qué? Van a montar un circo lumínico para demostrar que los malagueños somos unos provincianos que se dejan embobar con unas lucecitas y una musiquita. Solo discutir sobre la conveniencia de este despropósito ya es un insulto a la razón. ¡Es bueno para los comerciantes!, te dicen.
Pues, en primer lugar, que lo paguen los comerciantes. Y, en segundo lugar, ¿a qué llamamos exactamente comerciantes? En calle Larios, por ejemplo, tan solo quedan grandes franquicias, la especulación inmobiliaria ha barrido por completo el comercio tradicional ¿Y por qué tengo yo que contribuir a mejorar los resultados de una gran cadena de ropa? ¡Pero es que vienen autobuses de Córdoba a ver las luces! Pues eso quizá solo quiera decir que en Córdoba tienen más luces que nosotros, y no se gastan el dinero en deslumbrar, sino en limpieza o en servicios. Y el que quiere ver un espectáculo, se coge un autobús y se viene a Málaga a verlo gratis.
Pero todo esto resulta terriblemente obvio para cualquiera al que simplemente no le hayan frito los sesos a fogonazos. Las luces no son más que un carísimo ejercicio de ostentación, hecho además en el momento más inoportuno, la Navidad, que debería representar justo lo contrario de la pomposidad, y lo contrario de gastarse una pasta para incentivar el consumismo. La Navidad es una época para dedicar el esfuerzo a cosas como la Gran Recogida de Alimentos, que vivimos en la ciudad justo la semana pasada. Gracias a la entrega de más de 4000 voluntarios, y gracias a la solidaridad de miles de ciudadanos, consiguieron recoger 643,700 kilos de alimentos para los más necesitados. Y sí, indigna pensar lo que podría hacer Bancosol tan solo con la décima parte del dinero de las lucecitas. Pero, lamentablemente, parece que esta ciudad tiene muy poquitas luces, especialmente en Navidad.
