Lo del clarinete

Publicado: 01/03/2024
Autor

Francisco Palacios

Palacios es matemático y programador. Publicó su único libro hace ya unos años y sigue siendo el autor más leído de su calle

El pobrecito hablador

Escribo sobre lo que me gusta, pero sobre todo sobre lo que me disgusta, como un grito desesperado para no ganarme una úlcera

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El aprendizaje alimenta nuestro intelecto, nos proporciona nuevas herramientas para el día a día y enriquece nuestra experiencia
El aprendizaje es un proceso que se inicia desde que la matrona nos da dos cachetes en el culo y que acaba con nuestro último suspiro. Es una actividad tan enrraizada en nosotros que puede llegar a pasar desapercibida, pero alimenta nuestro intelecto, nos proporciona nuevas herramientas para el día a día y enriquece nuestra experiencia. Aunque los había, los hay y los habrá que abrazan aquello de “Muera la Inteligencia” con auténtica pasión. Peor para ellos.

Hace unos días, los medios reflejaban el hecho de que un músico había sido despedido por no saber catalán, unos titulares tan falsos como un billete de 15 euros. La realidad es que el músico llevaba casi 30 años su profesión como interino, y que el Ayuntamiento le obligó a que participara en un concurso de méritos para regularizar su posición. Y parece que no pudo superar la prueba al no poseer el C1 de catalán.

Como era evidente, los defensores de la libertad han saltado como lobos, porque parece que no hay nada más contrario a la libertad que respertar las normas que dan acceso a un puesto de funcionario. Para esta gente, debe constituir un ataque a la libertad tener que pasar un exámen de conducir para poder repartir pan en una furgoneta. Malditos comunistas.

Se me escapa la razón por la que una persona que lleva en Catalunya más de 27 años, ha relegado a la categoría de cosas inútiles el aprender su lengua, tomarse la molestia de acudir a cualquiera de las instituciones educativas que en en Catalunya proporcionan la titulación necesaria y poner un poquito de su parte para mantener su plaza de funcionario. Igual que no llego a comprender cómo se pueden pasar casi tres décadas en un lugar y no aprender a hablar su lengua, a no ser que este caballero, en cada ocasión en la que escuchara hablar a alguien en catalán, se tapara los oídos y gritara hasta la extenuación.

Lo que sí tengo claro es que el único problema de esta historia es que tiene que ver con el catalán, una lengua tan lejana al castellano como el finés o el chino mandarín, con toda las dificultades que ello implica. Si hubiera perdido su plaza por otra cuestión, ni siquiera habría sido noticia.

Pero este es el país en el que la gente que sólo conoce una lengua y no quiere aprender otra, llama paleto al que conoce dos.

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