Románticos

Publicado: 17/10/2024
Autor

Francisco Palacios

Palacios es matemático y programador. Publicó su único libro hace ya unos años y sigue siendo el autor más leído de su calle

El pobrecito hablador

Escribo sobre lo que me gusta, pero sobre todo sobre lo que me disgusta, como un grito desesperado para no ganarme una úlcera

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Por eso, las lunas de los coches son más grande que los retrovisores, porque es mucho mejor mirar lo que se nos viene que deleitarnos en un falso pasado
Una de las modas más estúpidas que he visto recientemente es esa de romantizar cualquier tiempo pasado. Ahí los tienes, celebrando una foto en la que se ve a un montón de mujeres lavando ropa en el río, o a chavales montando una portería en medio de la calle para echar un rato de fútbol.

Por lo que sea, les encanta ese modo añejo y antiguo  de vida. Probablemente, porque ellos no eran los que bajaban  al río, o sencillamente no tenían que ponerse a frotar en la pila del lavadero hasta que no desaparecieran las manchas, taco de jabón verde en ristre. Aún recuerdo la cara de mi madre cuando llegó la primera lavadora a casa, y la mirada que le dedicó al instrumento de tortura que jamás volvería a usar en su vida.

Les encanta comparar a los niños de hace 40 años con los de ahora, señalando que, en aquellos días, no se pasaban horas delante del móvil o de la Play. Quizás, el motivo fuese que no existieran. A lo mejor. Puedo apostar mi mano izquierda de zurdo a que, si en mi niñez hubiese tenido acceso a una consola, no me habría raspado las rodillas de tanto rodar por el suelo detrás de un balón asesino Mikasa. Si quieren, pueden intentar montar un partido de fútbol en medio de cualquiera de las calles de su barrio. Suerte.

Echan de menos viajar con sus padres, los abuelos y un vecino en un Seat 600, con menos medidas de seguridad que una bolsa del supermercado, y se inventan asuntos tan peregrinos como el hecho de que sus padres pagaron el piso en 8 años, tenían casa en la playa y viajaban de vacaciones 2 veces al año. Es lo que tiene el amor, que atrofia el recuerdo y rodea  el amargor con capas y capas de almíbar.

Claro, tanto idealizar el pasado les hace añorar el NODO, los Juegos Florales, cantar el Cara al Sol cada mañana, suspirar por una mujer cuya única aspiración sea servir al marido, unas calles monocromáticas y unos trabajos en los que no podías quejarte. Literalmente.

Deberíamos tener todos claro que, en la vida, hay que mirar adelante. Que progresamos, que avanzamos. Por eso, las lunas de los coches son más grande que los retrovisores, porque es mucho mejor mirar lo que se nos viene que deleitarnos en un falso pasado. Como dicen mis adorados Les Luthiers, cualquier tiempo pasado fue anterior.

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