Este Portuense se presenta diesel pero con un motor alemán fuerte y resistente. Semana a semana da un pasito más en tomar de una vez por todas el pulso a la categoría. Ha sabido recoger el guante y asumir el rol que le otorga ser el primero. El que se lleva todas las miradas y al que se le exige más que a nadie. El peso de la historia, de la herencia y de todo habido y por haber, se le espera y para bien o para mal, debe saber vivir con ello. Todo va en el mismo pack.
A pesar de las ausencias, una nueva jornada, ha preferido dejar a un lado las excusas, las penurias y afrontar la competición tal y como viene. Lamentarse en perder el tiempo no tocaba ante la visita del colíder, al que tuteó sin complejos.
Era tiempo de reivindicarse, de sentirse ganador y de desafiar al infortunio. Buena piedra de toque para calibrar fuerzas. Los portuenses no defraudaron. Con casta, con buen juego y con ocasiones de haber podido sentenciar el choque, supo, a diferencia de domingos precedentes, leer -al fin- que además de jugar bien, hay que saber explotar todas las armas.
Por eso no se amilanó ni ante el rival ni ante las circunstancias. Salió dispuesto a dar guerra y la dio. Desde el primer minuto. Para qué esperar. No se escondió en el choque ni esperó atrás. Buscó y halló. Tuvo la posesión y ofreció la mejor versión liguera, haciéndolo con testigos. Hasta medio centenar de aficionados portuenses pudieron presenciar in situ la evolución y la carta de presentación del que da un paso al frente y se apostilla como lo que es o lo que se quiere hacer de él al final de temporada: estar entre los mejores.
Los rojiblancos sacaron de inicio todo cuanto tenían: el único once que podía hacer frente, ante un conjunto que sumaba tres victorias seguidas. Eso lo motivó aún más. Joaqui, Terry, Nono, Isaías, Lolo Prado, Dani Quirós, Elías, Natera, Torres, Abel y Zarzuela salieron de inicio. En el banco aguardaban Cárdena, Jesús Chino, Ángel, Adrián y Neva.
Con la defensa adelantada y con mucha movilidad ofensiva fue sorprendiendo a los locales, desbordados antes la facilidad en las llegadas iniciales. Decidido y en busca del cancerbero Alberto, Natera y Abel llevaron las primeras aproximaciones. Aunque el primer disparo fue de Elías, que lanzó alto. Era el minuto 3. Esto prometía ante las buena predisposición y mejores perspectivas. Por un momento, por el ritmo, por la animación y por el descaro en el juego hizo creer estar jugando de local.
Aunque fiel a la tradición, en la primera llegada, Ferrer abriría el marcador tras aprovecharse de un rechace de una falta. Primera aproximación y primer gol. Nada nuevo. Los contragolpes azulinos llevaban todo el peligro del mundo ante una defensa que no termina de asentarse y que sufre más por las limitaciones que por los rivales en sí. Eso era el minuto 18. Mazazo y golpe en la mandíbula.
Aunque el dolor duró lo que tardó en sacar de centro. Jugada rapidísima y gol de Alex Natera. En un abrir y cerrar de ojos, el partido ya había cantado dos goles. La mañana se ponía interesante y más igualada imposible. El acoso empezaba a hacer mella y el entrenador del Villamartín aleccionaba a los recogepelotas a no ser tan diligente en la entrega. A la media hora ya calentaba el banquillo local. Otra muestra más de lo incómodo que estaban.
Tras el paso por vestuarios, misma tónica y mismo guión. El encuentro pasó a otro nivel, más intenso y más subterráneo. Tarjetas y más tarjetas. Entre medio llegó el segundo del Portuense. Isaías remató de cabeza entre una nube poblada de defensas, elevándose al cielo serrano para poner en franquicia el segundo. El equipo de Dani Jiménez continuaba mandando en el marcador y sobre el sintético. La presión y los nervios se sumaron al mejor partido rojiblanco de la temporada.
Una dudosa falta -muy protestada por los jugadores y por el público portuense- sirvió para que el Villamartín se aprovechara y sacara petróleo en un partido que tenía muy cuesta arriba. Minutos antes, Elías pudo
matar el encuentro con un disparo que buscaba la escuadra izquierda. El cuero lamió el póster por fuera. Ahí estuvo el partido. Lo merecieron.
Tocó sufrir después de que Dani Quirós viera la segunda amarilla. 15 minutos con uno menos y con un público cada vez más encendido, hacían temer lo peor. Perder hubiese sido un castigo demasiado severo. En el tramo final, las fuerzas se igualaron ante una nueva expulsión, ésta vez local.
Puntazo que suma el Portuense ante uno de los gallitos de la categoría. El domingo a las 5 tienen la oportunidad de refrendar este empate ganado a pulso. Toca seguir buscando refuerzos y recuperar efectivos. Mimbres hay visto lo visto. El diesel se va calentando, el Villamartn -el colíder- lo ha sufrido ya.