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El Puerto

Lo que yo te diga... de las subvenciones

La política del todismo que es tan difícil de cumplir: todos vamos a decidir lo que hacer con el dinero público, todos vamos a decidir lo que hacer

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Luis Miguel Morales | Mientras nos intentan entretener con iniciativas cuanto menos rimbombantes, con presentaciones de presentaciones o con noticias edulcoradas, las asociaciones sociales de la ciudad nos recuerdan, mal que le pesen y solapen con las machaconas noticias insulsas, las ayudas económicas se amontonan al igual que los incumplimientos reiterados de este equipo de Gobierno.

Te recuerdo, amigo Quique, que la herencia dejada no es que haya sido ni haya servido como para aventurar un sino fácil, que no lo es, tampoco, todo hay que decirlo, se prevé grandes retos ante lo que se ofrece y con quienes se ofrece, como cierto es que tampoco se sepa gestionar los innumerables inconvenientes que se presentan en el discurrir diario de Peral. 

No caben los lamentos ni el hacer el avestruz u omitir la cruda realidad, lo cierto es que los problemas crecen y se multiplican. Nada nuevo. El tiempo pasa y los resultados no llegan. Y el escepticismo se acrecienta ante las voces que reclaman mejores propuestas que no sean la del verbo complaciente y justificador del que da por bueno el estar y no el ser.

Todos llaman a la puerta y pocos se marchan con la sensación de haber encontrado una respuesta acorde. Y es que el estado de Bienestar municipal es cada vez es más complejo de sacar adelante.

Los números no cuadran y sin un presupuesto que ofrecer, la aritmética otra vez no deja en buen lugar a un Gobierno en minoría. Basta con ver la escasa, nula, paupérrima, presencia vecinal en los presupuestos participativos en el Centro Cívico. Ya no se creen nada. Nada de nada. Normal.

Como de memoria voy mejor que tú, compañero, te recuerdo que se empezó por fiscalizar las subvenciones – ¿te acuerdas?, facturas, comprobantes, recibos, albaranes, recibí- para pasar directamente a no pagarlas.

El encorsetamiento en el que está sumido este Ayuntamiento le hace ser débil ante su futuro incierto y ante una credibilidad que se antoja necesaria para continuar con soltura y claridad, la que le falta y agota.

El Ayuntamiento no solo está obligado a buscar una salida y estar a altura de las circunstancias, sino que debe afrontar y cumplir para dar cumplimiento para con las subvenciones que se deben hacer frente, porque habrá un día en que tenga y deba asumir la responsabilidad de los actos cometidos y ya no habrá ni justificaciones ni pasado ni argumentaciones para dar la cara otra vez ante los que por acción u omisión no han sabido estar. 

Las paradojas del destino, los que a mansalva acostumbraron a la plebe a silenciarla y adormecerla a base de ayudas y de subvenciones agradecidas, ahora, la vida manda, deben recular y a golpe de realidad, incumplen e impaga una que evitará su supervivencia.

Hemos estado tan acostumbrados a poner la palma abierta de par en par para que nos subvencionen y nos amparen, que nos olvidamos que estos tiempos donde la palabra vale lo que un voto trasnochado y revanchista consigue, que las facturas se amontonan sin cesar. Y mira tú, Pedregal, que cada vez el presente se parece más al pasado. Mira tú por dónde.

Quique Pedregal | Ojú, Luismi, otro tema peliagudo el de las subvenciones. No te puedes llevar toda la vida de pancarta en pancarta, de asamblea en asamblea, de reunión en reunión, con colectivos, asociaciones y entidades, prometiendo a diestro y siniestro (más bien siniestro) correas de longanizas para los canes junto a una felicidad absoluta, para después no poder cumplir.

En esta ocasión quiero pensar bien. Es de suponer que el político que gobierna no actúa de mala fe. Qué más quisiera el concejal de Bienestar Social, por ejemplo, que pagar las necesidades básicas del que acude en su demanda. Es normal, todos nos solidarizamos con los que no están en la misma situación que nosotros, grandes afortunados.

Pero claro, Luismi, y reitero mi opinión: toda la vida dando la murga nombrándose adalides de la sociedad igualitaria y cuando se tiene la oportunidad de cambiar las cosas, se topan con la cruda realidad de la administración, las ilegalidades varias y las cuentas pendientes.

La política del todismo que es tan difícil de cumplir: todos vamos a decidir lo que hacer con el dinero público, todos vamos a decidir lo que hacer con las empresas municipales, todos vamos a decidir… y todas, claro.

En mi etapa de Hermano Mayor del Resucitado, yo abogaba por renunciar a las subvenciones municipales. El hecho de no depender económicamente de estamento alguno, te da más libertad de acción… y eso que las hermandades son poco dadas a montar pollos o a manifestarse pancarta en mano, pero cuando te afecta en las cosas de comer, es comprensible que se genere una alarma social.

Un Pleno municipal (y no solo un equipo de gobierno) no puede consentir desahucios injustos, cortes de luz o agua por impago, o falta de alimentos a una familia. Es cuestión de lógica: si ayudo a las asociaciones que ayudan a los demás, estoy ayudando a todos los ciudadanos. El que tiene necesidad sabe dónde acudir.

En definitiva, Luismi, si comprometes tu palabra con esa o aquella asociación, debes hacer lo imposible por cumplir, máxime cuando se trata de personas sin vivienda, sin recursos, sin tener cubierto lo más mínimo.

Lo mismo me vale a nivel provincial, regional, nacional o europeo. Subvenciones, sí, pero para las cosas necesarias de verdad. Es mucho más importante invertir en dar de comer que en cambiar nombres de calles. Lo que yo te diga.

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