El mandatario, que vivió el momento más difícil en sus más de tres años y medio en el poder, revivió este viernes ante los medios de comunicación y los cancilleres suramericanos el cautiverio al que fue sometido durante la sublevación de policías insatisfechos por unos supuestos recortes a sus privilegios salariales.
Los cancilleres de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela y los delegados de Brasil y Guayana, ratificaron en Quito su condena al intento golpista en Ecuador y anticiparon su intención de elaborar un estatuto para afrontar este tipo de fenómenos.
“Este hecho no es un hecho aislado, por lo tanto los autores intelectuales y los autores materiales de este intento de golpe de Estado no deben recibir ninguna protección en los países miembros del Unasur”, indicó el canciller boliviano, David Choquehuanca, al englobar el sentimiento de sus colegas de la región.
Los ministros, en la cita efectuada en el Palacio presidencial de Carondelet, en el centro de Quito, escucharon a Correa como testigo y víctima de la última aventura golpista en la región.
El mandatario reconoció que su pueblo y policías y militares fieles a su Gobierno lograron rescatarle del encierro en un hospital policial y que por ello salió victorioso.
No obstante, dijo que en Ecuador “no hay nada que celebrar... Es un día de luto para la patria”, porque en los enfrentamientos en torno al hospital fallecieron, al menos, cuatro personas, entre ellas un estudiante universitario con disparos en la cabeza.
“Fracasó la intentona golpista” y “hemos tenido la unión del mundo” al condenar la revuelta policial, remarcó el mandatario y dijo que fue una “victoria contundente” contra los “enemigos de la democracia”.
“Pero fue mucho más lo que se perdió” y estuvo en juego la estabilidad democrática del país, agregó el
mandatario quien no dudó en culpar a políticos de oposición como instigadores de la revuelta.
Sin embargo, Correa dijo que no tiene dudas de que la oposición está detrás de los acontecimientos, que fracasó en el intento de desestabilizar a su Gobierno gracias a la participación de la población, que se enfrentó a pedradas con los insurrectos.