Entre ayer y hoy el Sol se ha colocado en el trópico de Capricornio. Es el llamado Solsticio de Invierno. Y para celebrarlo, como cada año, las calles de nuestras ciudades se llenan de lucecitas. Las casas se engalanan como nunca durante unos días. Se ponen árboles –sobre todo pinos y abetos– decorados con bolitas y se cantan unas coplillas populares llamadas villancicos. Comemos mantecados y pestiños, además de turrón, y las comidas familiares y con amigos no paran de sucederse. Nos dedicamos los mejores deseos.
Últimamente, desde dos años acá, prácticamente, se ven mucho en los balcones unas telas llamadas halconeras y en las que está presente el auténtico protagonista de la fiesta: el Rey Sol. Ese maravilloso planeta que nos da la luz y el calor, que aunque nos queme en verano con sus rayos ultravioleta, nos da suficientes vitaminas para librarnos de la ictericia. Y hay que agradecérselo, cómo no. Y hay que celebrarlo, cantar y alegrarse por lo fenomenal que es el Sol para nosotros, que nos aporta luz, calor y vida, cuando no nos quema, seca y mata de sed.
Habíamos comenzado a desviarnos del auténtico sentido de la celebración: se comenzaron a poner unas figuritas en unos decorados que se llamaban belenes, e incluso se crearon asociaciones que intercambiaban experiencias y mejoraban y depuraban técnicas decorativas denominadas de belenistas que por aquí en nuestra tierra tuvieron bastante éxito. Decían que seguían una antigua tradición del siglo XII implantada por un hombre llamado Francisco de Asís: un loco que siendo rico renunció a todos sus bienes y se metió a ayudar en leproserías, que juntó una gran cantidad de seguidores y fundó una orden religiosa, valiente majareta.
Pero menos mal que el pasado año un gran e ilustrísimo pensador e intelectual llamado Antonio Rodrigo Torrijos, concejal de la ciudad de Sevilla, nos advirtió de estos desvaríos y nos recordó que la celebración del Solsticio no debía confundirse con la Navidad, que ha sido un invento de unos cuantos que siempre andan confundiendo todo.
La advertencia surtió efecto, tanto es así que muchas empresas que felicitaban esta fiesta con tarjetas denominadas crismas representando lo mismo que los belenes, comenzaron a poner lo propio del Solsticio: mucha nieve, arbolitos y lucecitas. E incluso El Corte Inglés, que descaradamente hasta hace dos años montaba un belén luminoso inmenso en sus más importantes centros comerciales, pone ya nievecita y más símbolos similares en esos paneles luminosos. Así venderá más, seguro. Porque en estas fiestas solsticieras también hay costumbre de regalar. Decían que porque unos Magos de Oriente le llevaron unos presentes a un niño galileo. Pero en realidad es que se debe a lo que el sol nos regala cada día (siempre que no esté nublado, que todo hay que decirlo). La cosa es vender y regalar, que si no la fiesta pierde su sentido primigenio: sol, luz, calor …en un invierno frío y oscuro.
Hasta el Estado nos quiere regalar como medida para paliar la crisis. Porque hoy mismo, sin ir más lejos, se juega la Lotería del Solsticio. Famosísimo sorteo en el que raro es el español (porque pertenece a la Lotería Nacional) que no juega. Bueno, a decir verdad, se conoce que hay nacionalistas que se niegan a jugar (como también sus equipos de fútbol se niegan a jugar la liga española y por eso tienen montadas ligas de las estrellitas entre los pueblos más cercanos de sus comarcas, muy emocionantes, por cierto).
Bueno, no le entretengo más, que querrá usted comprobar si le ha tocado algo en el sorteo y se irá a hacer las compras necesarias para celebrar como el Sol manda y Torrijos recomienda la fiesta solsticiera. Y lo dicho: feliz Solsticio y ciudado con las torrijas.