El tiempo en: Málaga
Publicidad Ai

España

Inaccesibles

Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Los arcenes de las carreteras de la Comarca se han incendiado con el amarillo de los pétalos de esas flores humildes que son las vinagretas. Tienen un tallo largo, verde y velludo, y se balancean con la gracia de bailarinas muy experimentadas al son que le marcan las brisas o vientos de la zona. La mayoría de los conductores aprecian su sencilla belleza. Pasan una y otra vez junto a ellas y no advierten el milagro de color que todos los años por esta época se produce en todo el campo y llega junto hasta el borde del asfalto. Yo lo vivo como un indicio claro de que el Carnaval está cerca.

En la rotonda del varadero, esa que preside Paco de Lucía, hay un bar, el Jaime, en el que los fines de semana, unos mariscadores muestran dentro de unas cajas de madera, que son cofres, unos frutos muy brillantes recién extraídos del fondo del mar. Son unas esferas calcáreas protegidas con agujas muy afiladas, que guardan un tesoro de color rosa que es la hueva. Hay un acto litúrgico que muchos ciudadanos cumplen con escrupulosidad religiosa cuando llega el mes de enero. Van a ese bar sobre las doce del medio día, piden un par de docenas de erizos que el vendedor abre por la mitad, dejando escapar el agua de mar acumulada en ese pequeño aljibe esférico y mostrando las diminutas huevas entre una red de músculos y cartílagos. Se sientan a una mesa y piden una copa de vino fino frío o una manzanilla de Sanlúcar.

Antes de iniciar la ceremonia, se concentran oliendo el aroma del vino mientras giran la copa, y mirando con arrobo esas bolitas diminutas cargadas de sabor a mar. Luego con la unción que requiere el momento, sumergen una cuchara pequeña entre las entrañas del equinodermo y llevan hasta la lengua las bolsitas encarnadas que, al ser agitadas contra el paladar liberan todo el sabor marino de la bahía. Luego trasiegan un poco de vino, cierran los ojos y en su imaginación aparece un prado infinito vinagretas amarillas.

Cuentan que algunos de estos oficiantes, cuando se produce una conjunción extrañamente excepcional entre el sol, el viento de poniente y las olas que en ese momento están rompiéndose de espuma contra las rocas de las playas cercanas, experimentan un prodigio parecido al de los místicos: levitan. Sólo salen de ese estado casi divino cuando oyen llenar su copa con vino generoso.

En esta ciudad se producen prodigios todos los días y de muy diversa índole: el puerto es penetrado diariamente por barcos de eslora casi imposible; en casa Riscar, en la plaza Neda, fríen un pescado que aún palpita cuando te lo sirven; en Botafuegos hay internos que acuden a clase para aprender a leer y escribir y contemplar su vida anterior como un mal sueño. Ya les digo. Pero en los últimos días se han producido dos conductas que son una muestra impagable de los portentos a los que nos tienen acostumbrados nuestros representantes políticos. El primero de ellos es la actitud inaccesible, por lo menos para este periódico, que muestran la mayoría de los concejales del equipo de gobierno del ayuntamiento de Algeciras que están al frente de una delegación, haciendo imposible y convirtiendo en una proeza algo tan sencillo como contrastar con ellos alguna información importante, necesaria o útil para el ciudadano.

Sin embargo el mayor portento de accesibilidad en este caso se ha producido entre los socialista de La Línea.
El titular del juzgado número 2 de Algeciras redactó la sentencia que condena al alcalde de La Línea, Juan Carlos Juárez, por un supuesto delito de desobediencia, pero antes de que las partes tuvieran conocimiento del tenor literal del escrito del señor juez, el PSOE linense desvela el contenido del mismo y lo da a conocer a los medios de comunicación, experimentando un orgasmo político mayor que si hubieran tenido el acceso carnal más placentero de toda su vida.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN