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Sábado 20/04/2024  

Gente en mi memoria

El maestro Sabina a las puertas del cielo

Incorregible, ha dado tropiezos que le han hecho más fuerte, desafiante a  la adversidad, un superviviente con costurones en la piel que le han marcado el alma

Publicado: 24/02/2020 ·
12:18
· Actualizado: 24/02/2020 · 12:18
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Autor

Manuel Delgado

Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es periodista de Canal Sur Radio

Gente en mi memoria

El autor aborda en este espacio de una manera personal y desenfadada la crónica social en nuestro país

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Cuando escribo estas líneas el maestro Sabina anda en el taller de reparaciones, maltrecho porque se ha dejado el alma en la pista/vida como el mejor Ferrari. Ha vivido veloz, muy veloz, o eso dicen las lenguas -que en España  casi siempre son malas-, consumiendo sustancias poco recomendables. Y después, mireusté, están los años, los malditos años, un camino lento y seguro hacia el precipicio de la muerte, como escribió un poeta. Precisamente cuando cumplía 71 tacos de almanaque, el miércoles 12 de febrero, Sabina caía del escenario del WiZink Center de Madrid cuando ofrecía un concierto  enmarcado en su gira ‘No hay dos sin tres’, junto a Joan Manuel Serrat. Cuando escribo este recuadro/homenaje, el maestro de Úbeda con “la frente muy alta y la lengua muy larga” -como la chica de su canción ‘19 días y 500 noches’- resiste en el hospital  “como un perro de nadie ladrando a las puertas del Cielo”, según dice en la citada canción.

Sabina, incorregible, ha dado tropiezos que le han hecho más fuerte, desafiante a  la adversidad, un superviviente con costurones en la piel que le han marcado el alma. Ha exprimido al límite el limón de la vida y le ha salido un jugo exquisito, delicioso, canciones que forman parte ya de nuestra memoria sentimental. El maestro de Úbeda se mostraba amenazante en una de sus canciones: “Ahora es demasiado tarde Princesa / búscate otro que te ladre Princesa”. En otra cantaba el lento paso del tiempo en un encuentro amoroso: “Y nos dieron las diez y las once / Las doce y la una y las dos y las tres / Y desnudos al amanecer nos encontró la luna”. A Chavela Vargas, la dama del poncho rojo, como le gustaba definirla, le escribió una canción memorable, una de mis favoritas: “Se escapó de una cárcel de amor / De un delirio de alcohol / De mil noches en vela / Se dejó el corazón en Madrid /Quien supiera reír/ Como llora Chavela”.

Joaquín Sabina sufrió un ictus en el año 2011, una batalla que ganó con la entereza del general que ha bebido el vino de la derrota. Inasequible al desaliento, después del accidente en el WiZink Center de Madrid  hizo esta promesa al auditorio: “No tiren las entradas, los que quieran venir en mayo, estamos confirmando el día 22 de mayo”.

En una de sus canciones ‘Camas vacías’, el maestro escribía unos versos que definen su controvertida personalidad, versos que ahora recuerdo cuando se apagan sus días de vino y rosas: “Aunque nunca me callo, guardo un par de secretos / Lo digo de hombre a hombre, de mujer a mujer/ Ni me caso con nadie, ni guardo pa´ mis nietos/ Por no tener, no tengo ni edad de merecer”.

 

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