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Publicado: 10/12/2018
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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A la mente nos vienen Friends y The Big Bang Theory, diarias, con millones de seguidores.
Es otro acrónimo, americano él, que sustituye a la antigua serie y a la  remota novela, televisivas ambas. Sin necesidad de mirar la programación, observamos que estas comedias de situación la copan, por lo que su rentabilidad está más que demostrada, lo que corrobora el estado en que se encuentra la industria cinematográfica. Las ofertas son tentadoras, además de poder adaptarse al tiempo libre del espectador. Resultan entretenidas, pero también similares. Durante una media hora, más o menos, nos cuentan una historia que comienza y acaba, cuyo hilo conductor es el día a día de sus protagonistas, que van alternando su relevancia. A la mente nos vienen Friends y The Big Bang Theory, diarias, con millones de seguidores. De factoría americana también lo fueron Súper Agente 86, Viaje al fondo del mar, Embrujada, El show de Jerry Lewis y una lista tan extensa que no cabría en estos treinta y cinco renglones. En aquellos sesenta, alucinábamos con la desconocida e idealizada vida americana, vista hasta entonces en el cine, con aquellos coches interminables circulando por avenidas imposibles, con casas de ensueño, muy funcionales, de donde salían los niños directos al autobús amarillo que los llevaba al colegio. La tele reinaba en el hogar regalando estos momentos que llegaron al cabo del tiempo llegaron a cansar.  

El equilibrio nos lo dieron las nuestras. Con ellas pusimos el pie en la tierra de la mano de la literatura con la serie “novela”. A los pequeños de entonces, a quienes aún no alcanzábamos la edad de las dos cifras, nos sirvió para familiarizarnos con los títulos y autores que el bachillerato nos fue descubriendo con más detalle. Poco después, Televisión Española apostó por la comedia y las series tuvieron nombre propio, como Aventuras y desventuras de Mateo, Las doce caras de Eva, Juan Español, El Pícaro y tantas otras, hasta llegar a Platos rotos, Pepa y Pepe, Tristeza de Amor, Fortunata y Jacinta, etc, series que ha vuelto a programar  la segunda cadena para gloria de los nostálgicos y no tanto. Tal vez ha sido la necesidad de relleno estival que se ha alargado por cuestión de seguimiento, pero quienes nos paramos ante ellas, las vemos con los ojos de entonces, sin comparar los medios ni los efectos especiales, siendo conscientes, sonriendo al ver lo forzado de una pelea o la pose teatral. Las nuestras gozan de la diferencia de ser obras literarias y las que no lo son pueden acabar en el teatro, no cansan por más que se visionen y son tan actuales que poco importan los tirabuzones, el sombrero de copa o el bañador con faldita. Sin duda, una excelente opción para la sobremesa.

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