Las tiritas de brillo, las que se escaparon del árbol de Navidad, aún se arrastran por el suelo. Liberadas de las cerdas del cepillo de barrer, buscan un escondite amparo de la oscuridad, la estrechez y la limpieza, cuyo paso rápido y rutinario no las alcanzan. Parecen el momento en que el pito de caña empañe las notas de un cuplé que hará sonreír primero y carcajear después, que rubrique el momento más esperado: la actuación, ya sea en el teatro, en un tablao o en una esquina.
A pocos días del comienzo del concurso provincial, se aprecia el nerviosismo que da olor y color al carnaval. Las telas para los disfraces van adelgazando los rollos donde se enroscaban y los ensayos afinan aturdiendo. Lo suyo. Este año se ha recuperado el Manuel Fonoy y los derrotistas andan rajando como mandan sus principios. Después de cuatro años se recupera el concurso de La Isla, señero, sencillo, que a lo largo de veinticinco años no faltó a su cita, en el que se reunieron agrupaciones que pasaron antes o después por el Teatro de las Cortes e incluso el Teatro Falla.
Cuando el Círculo de Artes y Oficios estaba en la calle Real, el público que no encontraba asiento, ocupaba la acera, por lo que había que salir a la carretera para sortearlo y seguir camino. Seguro que en Facebook aparecerán fotos con el tema, con este detalle, con aquel fondo del escenario donde colgaban serpentinas, cuyos colores habitan en el recuerdo, con antifaces enormes y plumeros que se agitaban para rozar la espalda o el brazo del chirigotero más próximo.
Entonces no había emisora de radio local y el oyente esperaba a la noche con paciencia y a que Carmen Coya colgara en las ondas de Radio Cádiz una breve referencia, como alguna vez pasó. Justo es que se recuerde su buen hacer, como hicieron con Pepe Benítez o Enrique Treviño, ya que murió este verano pasado. La televisión ofrece una cobertura espectacular, sin embargo hay quien sigue el concurso local y el provincial con la radio bajo la almohada, prefiriendo la risa, la carcajada al abrigo de la cobertera, dejando el sofá para la sobremesa, con la imagen seleccionada durante la noche anterior. Es cuando el carnaval comienza, cuando se enciende la radio, cuando se pega un estribillo, cuando un cuarteto te trae al Peña, cuando una ocurrencia te recuerda al Batidora, cuando una desfachatez se suelta con tanto arte que es capaz de disfrazar una burla. Y esto solo pasa aquí, en este rincón del sur. Como rezan las camisetas, no todos tiene la suerte de haber nacido aquí.