Comenzamos una semana con el regusto amargo de la pérdida y la impotencia. El espíritu y la conciencia andan revueltos por la trágica muerte del pequeño Julen y cuando la desgracia se vuelve mediática, inevitablemente recordamos el trabajo de Margarita Landi, con el convencimiento de que se habría llevado las manos a la cabeza. El tiempo que le tocó vivir era de oyentes y de lectores de El Caso, del que fue colaboradora durante años. Hoy la columna de un periódico es el soporte de la imagen que se extiende como una mancha para acaparar audiencias. No vamos a repetir la noticia, aún le queda. La familia ha soportado lo indecible, sin embargo la pregunta se formula sola: dónde está el límite, porque cada vez se difumina más, por no decir que ya no parece existir.
En la guerra dura e incesante por la audiencia, las imágenes salen en rodillo, incluso a cámara lenta, y de fondo los comentarios de los contertulios, los escritos por los espectadores e las redes sociales y los mensajes grabados por los oyentes. Una vez más -porque esta columna se ha ocupado- nos planteamos qué pensaría Margarita Landi del panorama, del morbo que lo envuelve y lo mueve. Los accidentes, las muertes, las desgracias en suma, forman parte de la vida. La manera de enfocarlos para darlos a conocer, diferencia al profesional. A partir de la creación de las cadenas privadas, todo ha cambiado para herir la sensibilidad. Si no cumple este fin, parece que no la noticia no es tal. Informar es ubicar al espectador, al oyente de un informativo, al lector de un periódico, en la realidad diaria, la que va a discurrir a lo largo de 24 horas. Una realidad sujeta a cambios, claro que sí, y que quedará antigua en cuanto la rotativa imprima las páginas del día siguiente o el correo electrónico reciba los comunicados. Aunque los titulares se manejen para captar la atención, la imagen impactará por sí misma suscitando comentarios. La televisión, por tanto, está más contaminada. La referida lucha de audiencias es lo que define el éxito de las cadenas. Esta última desgracia es un ejemplo más de cómo se han roto los esquemas para lograr la mejor cuota de pantalla al final del día. Realmente penoso. Los enlaces que motivan a engancharse, recogen los puñetazos y puñaladas que se han visto y oído a lo largo de esta semana, calificándolos de vomitivos.
Margarita Landi no los habría calificado. Habría hecho su trabajo, es decir, una crónica rigurosa, concisa, respetuosa, crítica e impecable, dejando la opinión para el lector. Si viviera, se moriría de horror al ver cómo se ha desvirtuado este género periodístico.