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Jaén

“No concibo una guitarra sin una distorsión”

Julio de Dios Luque descubrió la pintura antes el rock y es igual de feliz expresándose con su impresionismo que con los acordes eléctricos de sus 11 guitarras

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  • Julio De Dios Luque. -

Sus manos están ocupadas a diario por un pincel y con una guitarra eléctrica. Su vida gira en torno a la pintura y a la música y su futuro pasa por seguir siendo igual de feliz que cuando descubrió dos vocaciones que lo han hecho evolucionar como pintor y como un virtuoso de la guitarra.

Julio De Dios Luque (Jaén, 1967) es un artista, de los humildes, que reconoce que no podría prescindir de ninguna de estas artes. Descubrió la pintura antes que la música, con sólo cuatro años. Ver pintar al confitero de su barrio, amigo de la familia, despertó su curiosidad.

“Recuerdo entrar a su chalet y verlo en lo alto de la escalera pintando en la pared. Me acerqué a la pintura y la toqué. Le dijo a mi padre que algún día yo sería pintor”, recuerda. Aunque estuvo tres años en la Escuela de Arte y Oficios aprendiendo Dibujo Artístico, cuando fue a acceder a Pintura, retiraron esa formación, así que tuvo que aprender de forma autodidacta.

“Alguien me dijo una vez que mis trazos le recordaban a los de Van Gogh. No sabía quién era y me fui a Holanda a conocer su Museo”, recuerda. Hoy es uno de los pintores impresionistas más reconocidos de Jaén, con un sello que identifica su obra, óleo y acuarela; sus retratos, sus paisajes, una pintura colorista que tiene una explicación. “Mi familia me decía que no serviría como pintor porque utilizaba colores muy fuertes. Eran los que yo veía. Nací con daltonismo, pero he educado a la vista”, sonríe.

Con su estudio en casa, las horas del día las pasa ante un cuadro. “No vivo de la pintura, sobrevivo, pero soy muy feliz pintando”, explica. Antes de dar el primer trazo, le gusta conocer a quien le ha encargado la obra. “Me piden muchos retratos. Me gusta tomar un café con la persona, fijarme en sus expresiones. Al pintar, las recuerdo. Me gusta hacer lo más real posible los ojos y el resto, con trazos”, reconoce.

Julio De Dios también toca todos los días. Descubrió su gusto por el rock a los nueve años. Fue escuchar a los Status Quo y poner una guitarra eléctrica en su vida. Siendo un niño iba a diario a ver el escaparate de una tienda de música de la plaza de San Ildefonso. Al salir del colegio, todos los días se escapaba desde La Alcantarilla a ver que no se la hubieran llevado. Su tío descubrió su secreto a su madre y ambos, como regalo de la abuela, permitieron que tuviera su primera guitarra.

Llegaron los primeros acordes, de forma autodidacta, y las bandas. “Cuando me gusta algo, voy a por ello”, reconoce. Primero tocó en ‘Lúcifer’, una banda de rock americano de los ochenta. “El rock de los setenta y los ochenta suena a gloria bendita. No concibo una guitarra sin una distorsión”, afirma.

Fue tocando en ‘Dracma’ cuando se hizo un nombre como guitarrista y ahora toca en ‘Dru’, en la que ha coincidido con músicos de aquella etapa. “Espero que sea mi última banda. Están saliendo cosas muy buenas y queremos grabar un disco”, adelanta.

Cada mañana se cuelga la guitarra y toca. “La guitarra es una prolongación de mi. Es parte de mi vida. No tengo hijos, pero tengo once guitarras”, valora.

Ha pasado por más de ocho banda y fue con ‘Betsser’ con la que vivió una época dorada en la década de los noventa. “La sensación de subirte al escenario y ver que a la gente le gusta lo que haces, no tiene precio. La ilusión es la misma que la del primer día. Es bonito que la gente capte la alegría que tienes. Verlos mover la cabeza me hace sentir que lo están pasando bien. Siempre que la salud me lo permita, tocaré”, dice un músico que canceló una operación de vesícula de urgencia porque ese día tenía concierto. “Me la jugué por la música”, recuerda.

Guitarrista de los grandes, bromea al reconocer que le conocen más por viejo que por bueno, pero quien lo escucha tocar, quiere aprender de él por su maestría. Es de esos músicos que comparte lo que sabe, especialmente con los más jóvenes. “Me los llevo al local de ensayo y tocan. Hay un talento enorme. He estado en muchas ciudades y en ninguna hay el talento musical de Jaén. En esta ciudad hay músicos muy buenos”. Sin embargo, también hay “una camarilla que no deja entrar a nadie” y escasean los locales para conciertos. De ahí que reconozca que en Jaén, con ‘Dru’,  sólo aspira a tocar y pasarlo bien.  

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