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Deafheaven: Infinite Granite

Nuevo disco de los californianos

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Vivimos tiempos de cambio y, por lo tanto, no podemos permanecer impasibles. Cambios fatales e irreversibles como los climáticos, discordantes y detestables como los políticos, revolucionarios e imprevisibles como los tecnológicos y, afortunadamente, alguno también positivo y razonable como la incorporación de la sección musical "El arpa de Dorotea" en el periódico Viva Jaén. Pero, fuera de bromas, el caso es que, aunque parezca que no podemos hacer nada ante este aluvión de transformaciones, no me parece coherente ni saludable que nuestras respuestas ante ellos casi siempre sean el silencio y la inmovilidad. Seguimos callados y quietos gracias en parte a la mala comprensión y praxis que hemos hecho de la filosofía de los nuevos predicadores. Ellos no te enseñan yoga para que no des un puñetazo en la mesa ni te invitan a fluir para que no nades contra corriente ni te insisten en amarte a ti mismo para que no luches por los demás. No, no es así y, además, ya antes, callados y quietos, sólo hemos conseguido que los mezquinos sean los que nos representen y logren engañarnos, dividirnos y etiquetarnos. De esta manera, a pesar de tener los mismos problemas, no nos unimos para protestar contra la alarmante factura de la luz o el abusivo precio del combustible y, pese a tener los mismos valores, no podemos alzar juntos nuestras voces para derrotar a las diferentes lacras sociales de discriminación como el machismo o el racismo. Se veían venir estos cambios en una de las sociedades más libres de la historia pero, callados y quietos, hemos dejado que se instalen para perder nuestra esencia. 

También se veían venir los cambios en uno de los mejores grupos de Post Black Metal de los últimos tiempos tras su impecable anterior trabajo "Ordinary corrupt human love". Deafheaven, con este álbum, creó una obra maestra que ya incluía muchos rasgos de shoegaze y, sin embargo, no hacían que la banda perdiera su esencia Metal sino que nos ayudaba a viajar de una belleza quejumbrosa a la catarsis furiosa. Ahora, tras la publicación el pasado 20 de agosto de su nuevo disco "Infinite granite", estos talentosos californianos deciden perder su alma negra apuntándose a la moda de crear atmósferas y texturas con su música. No, no tengo nada en contra, soy admirador de muchos grupos que se han impregnado de aquella maravillosa sinestesia que afloró a principios de los noventa, sobre todo, con los irlandeses "My Bloody Valentine"; lo que digo y siento es que Deafheaven pierde su razón de ser. Una banda especializada en moverse en la penumbra que, con "Infinite granite", abraza el amanecer y la luz, educa a sus demonios y abandona el Hard Rock mientras coquetea, incluso, con el "Dream Pop". Sinceramente, no esperaba que pusieran tan a tope sus pedales de reverb y yo tuviera que definir la voz de George Clarke como conmovedora. A ver, no quiero confundiros, este álbum es un gran trabajo de lo que sea que estén haciendo porque estamos hablando de músicos y creadores de un altísimo nivel. No obstante, consideraba que Deafheaven eran unos rebeldes que sorprendían en cada canción pero, ahora, lo que sorprende es que no sorprenden, que participan de esa corriente de fluir, de la observación de nubes y del canto a la quietud y el estancamiento editando otro disco colorido y especial para evadirte de problemas en tiempos duros como si el público fuese débil y no pudiese soportar la realidad. Sí, otro grupo que se apunta a ser un mal coach de los que anestesia porque no sabe curar y, en lugar de afrontar el sufrimiento, te pide que mires su caleidoscopio de sonidos relucientes, texturas suaves y melodías dulces porque creen que lo mejor es que te dejes llevar.

En definitiva, un álbum cautivador y ligero que no está acorde con la actual situación dramática y, en mi opinión, para que la música vuelva a recuperar su lugar de vanguardia dentro de la cultura, las creaciones de las grandes bandas deben estar más en sintonía con la sociedad. Deafheaven, con "Infinite granite", pierde su esencia, su potencia, su rebeldía y, además, contribuye a esta tendencia estúpida a la abstracción de estar callados y quietos cuando, en coherencia, vivimos tiempos de cambio y, por lo tanto, no podemos permanecer impasibles. 

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