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Luis Santiago Vargas y la promesa de la saeta

Recuerda con nostalgia aquellos años en los que le cantaba al Cristo de la Expiración numerosas veces en su recorrido. Este año, mantiene su promesa

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  • Luis Santiago Vargas ante una imagen del Cristo de la Expiración -

Nació en elnúmero 3 de la calle Sancho Vizcaíno de Jerez de la Frontera, en pleno barrio de San Miguel, en octubre del año 41. “En el barrio éramos todos familia, íbamos todos a una y con el Cristo de la Expiración siempre al lado”, relata, “nuestra gran devoción”. Luis le ha cantado cada año por saetas, con toda la pasión que posee, con toda la fe que profesa, con la humildad de los que nada piden a cambio, solo salud que no es poco, con ese rezo sincero y desde lo más hondo del ser. Este año es algo diferente porque está en “asuntos médicos y no tengo esa fuerza que se necesita”, pero aun así, en la jornada del besapiés del señor de San Telmo, “me llevaron mis hijos y me quedé solo con él, a media voz le canté y le pedí que el Viernes Santo me diera salud para volver, que yo quiero cantarle aunque sea dentro de la ermita”.

Lo primero que hay que destacar de este gitano, es Santiago Vargas, es que es buena persona y sus ojos lo delatan, así como lo es su familia. Recuerda a su hermano Diego, el mayor, padre de la artista María José Santiago y hombre cabal. “Mis abuelos eran de la hermandad, mi hermano Diego iba todos los días a verlo y, te digo más, él tenía guardado un pequeño trozo de tela del paño de pureza en su cartera que ahora tiene su mujer”. La saga continúa con sus hijos, caso de su hijo Luis, cargador del paso de misterio, “lo apunté con dos meses a la hermandad”, o su hija Ani, en el cortejo de nazarena.

Luis es aficionado a la saeta “desde chico, me iba detrás de los cantaores viejos para aprender, cerca deAcosta, El Carbonero, El Guapo, me juntaba con el Locajo sobre todo, o como la madre de Salmonete, Juana. Tendría yo 14 años e intentaba seguirlos para escucharlo. Ya con 16 empecé yo a cantar en los balcones, por devoción y también empezaban a llamarte como contrato”, comenta.

Ha participado en numerosas ocasiones en el Concurso Nacional de la Peña Buena Gente, así como en el del balcón de la Caja de Ahorros de Los Cernícalos, pero “me corté la coleta porque a veces te llevaba un disgusto”. Como verdaderamente ha disfrutado es acudiendo a sus citas ineludibles, como la del Miércoles de Ceniza en San Francisco ante el Señor de la Vía Crucis. Antes de acabar la noche, en besapiés, todos esperan a que Luis le cante a las santas imágenes, pero este año con esto de los achaques ha sido su hijo Luis el que ha cogido el testigo, “empezaron a llorar porque sabían que yo no tenía fuerzas, pero seguro que me recupero pronto”.

Otro de esos momentos marcados por el saetero es la salida del Santo Crucifijo de la Salud, al que le ha cantado años y años en la plaza de San Miguel, en el silencio más profundo. “Lo importante de la saeta es coger bien el tono, tienes que trabajarla, como pasa en el toreo, si te sale un toro bueno le cortas las orejas y el rabo”, bromea.

En el balcón de Radio Jerez, en calle Guadalete, otro punto clásico, aunque no tanto como su encuentro cada año con la hermandad de La Clemencia. Él vive a pocos metros de la capilla y “desde que se fundó le canto, incluso cuando iba en parihuela”. Ahora sigue haciéndolo cada Martes Santo y a veces es acompañado por otros saeteros como “Juan Lara y mi hijo”.

Como apuntaba, “no siempre te coge igual en la saeta”, y recuerda una vez que “en la recogida de Amor y Sacrificio le canté, a la altura del Maypa, y muchos me dijeron que nunca me habían escuchado cantar tan bien como esa noche, o el año pasado al Cristo en calle Larga”.

Antes de irnos de su casa y darle el abrazo sincero que merece, junto al de su santa mujer, Ani, Luis se acuerda de su Peña El Garbanzo, con cierta pena de todo lo que aún guarda, tanto material como en recuerdos, que “no quiero que se pierdan”.

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