Pepe Domingo

Publicado: 20/09/2023
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Pepe Domingo fue un comunicador total, un revolucionario de la radio, y un hombre que escribía de manera sensacional, porque leía mucho
Pepe Domingo Castaño insistía en que quería morir en un día con lluvia, y la noche del 17 de septiembre, cuando Pepe Domingo se marchó para siempre, sobre Madrid caía una lluvia constante, gris, tristona, quizás como la del Macondo del coronel Aureliano Buendía, porque Macondo siempre me pareció que debía asemejarse a esos pueblos gallegos llenos de niebla, como Padrón, donde nació Pepe Domingo hace 80 años en una familia con muchos hijos y pocos recursos. Fue en 1977 cuando lo vi cruzar con un montón de discos la Redacción de la Ser en Madrid, y vestía, claro, pantalón vaquero y la camisa a cuadros, y yo sentí en ese momento una doble emoción infinita. Porque iba a entrevistar a Pepe Domingo, que accedió amablemente a aquella entrevista para un trabajo que yo debía hacer en primero de Periodismo. Y emoción también porque la Cadena Ser era para mí lo más importante del mundo. No sólo en cuanto a medios de información, sino lo más importante del mundo en todo. “La radio se la lleva el viento pero se te queda en el alma”, dijo en un estudio de FM mientras pinchaba discos de música pop, y desde ahí, con un micrófono y un single, convertía la vida en una fiesta.

Pepe Domingo fue un comunicador total, un revolucionario de la radio, y un hombre que escribía de manera sensacional, porque leía mucho, porque cultivaba el espíritu con esa vocación generosa de los grandes periodistas de ser cultos, no para provecho propio, sino para compartirlo con los demás. Pero una de las mayores aportaciones de Pepe Domingo, que buscó la excelencia en la radio, consistió en convertir en sublime lo cotidiano. Elevó el anuncio radiofónico a la categoría de arte, de joya, de perla, que no era lo esencial del programa, claro, pero sí lo que le otorgaba brillo. Y dinero. Él tuvo conciencia absoluta de que la radio comercial vivía de la publicidad, por eso no sólo la respetaba, sino que la amaba profundamente. Hacía los anuncios con amor más que con profesionalidad. “Otro purito, Pepe”. Como muchos años antes en ‘El Gran Musical’, de la Ser, las mañanas de los domingos desde una discoteca madrileña, mucho pop, pero toda aquella juventud que olía a mundo nuevo cantaba entusiasmada a coro con Pepe Domingo: “Málaga Virgen, en tu copa, el sabor de la amistad”. El domingo en que murió lo esperaban los micrófonos de ‘Tiempo de juego’, porque nunca se jubiló. Era una fiesta en la radio, sí. Pero dejó dicho: “Hay días en la vida que están hechos para el llanto. Y hay que llorar”. Hoy te lloramos todos, maestro.

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