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La salita de Moy

Mi abuela es inmortal

Definitivamente, mi abuela es inmortal. Es imposible que se marche para siempre, que sus huellas se borren de la arena de la playa...

Publicado: 24/04/2018 ·
23:06
· Actualizado: 24/04/2018 · 23:06
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  • Chipiona -
Autor

Moisés Ruz

Moisés Ruz es un periodista sevillano. Redactor de Viva Sevilla y presentador en 7 Televisión

La salita de Moy

La Salita de Moy es un lugar de encuentro entre los sevillanos y sus cosas. Tradiciones, cultura, sociedad y mucha, mucha claridad

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Definitivamente, mi abuela es inmortal. Es imposible que se marche para siempre, que sus huellas se borren de la arena de la playa. No hay opción humana, ni natural, para que deje de latir y desfallezca. No, mi abuela aquí se queda eternamente.

De pequeño, cuando veía los "periquitos" en la tele de mi abuela mientras que de reojo oteaba el mar que baña a Chipiona, siempre me preguntaba si aquellos superhéroes de Marvel existirían por los incógnitos rincones de esas ciudades americanas. Y claro, embriagado por la niñez y por mil pensamientos llenos de fantasías, siempre miraba hacia al lado, hacia aquella puerta por la que una brisa definía cada mediodía el aroma inconfundible de más excelsa cocina -me río de Masterchef- y cada día me repetía que posiblemente hubiese un hombre araña escalando edificios y un hombre volando por los cielos de Nueva York atrapando a ladrones, pero ninguno de estos jamás podrían tener ni más fuerza ni más años de vida que mi superhéroe más particular, mi abuela.

La que gritaba mi nombre cada noche al atardecer para que fuera a recoger el bocadillo antes de seguir correteando por las calles de mi pueblo natal. La misma que duchaba y vestía a una hilera de nietos sin tiempo para un respiro. La que se echaba sombrillas, pelotas y cubos de playa a sus espaldas para que nunca nos faltara un rayo de sol bajo aquella bendita Cruz del Mar. La única que he visto abrir y cerrar un kiosco, hacer dos ollas de puchero, lavar y planchar no sé cuantos bañadores y reñirnos cuando las travesuras nos dominaban, y todo en un mismo día. Qué garras ha tenido siempre, por no decir otra cosa...

Ella fue mi maestra de los veranos inolvidables. Mi mentora y guardiana cuando los miedos aparecían. Mi guía y cicerón de una Chipiona a la que me enseñó amar en cada minuto de mi vida, aún por muy lejos que estuviera de ella. Es la que me ha brindado la oportunidad de sentir el verdadero calor de una familia y de una madre que ha sido y es mi gran legado de una auténtica heroína.

Y ahora, en las horas donde la vida se debate con la eternidad, cuando el reloj de cuco que la despertaba cada mañana ahora parece que ya más nunca lo hará, sólo puedo pensar, dejar de gimotear y sonreír acordándome de sus hazañas. Añorar todos aquellos días en los que con una riña certera me enseñaba a ser mejor persona. Y llorar pero de alegría porque la vida me haya permitido conocerla tan de cerca y disfrutarla durante más de treinta año. ¿Qué mas puedo pedir? He sido el nieto más feliz sobre la faz de la tierra.

Y lo sé. Sé que en su cama quedará dormida, pero al alba me despertará... Porque mi abuela nunca morirá. Y como cualquier superhéroe por siempre será inmortal.

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