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El campo andaluz enciende todas las alarmas: “Otro año seco será dramático”

La sequía lleva al extremo a los agricultores de la Axarquía, la Janda y de la cuenca del Guadalquivir. El sector pide medidas como poder construir balsas

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  • La sequía afecta gravemente a los agricultores andaluces. -

El abastecimiento de agua para consumo humano está garantizado al menos para los dos próximos años en Andalucía, pese a que los recursos se han visto mermados drásticamente por la falta de precipitaciones hasta elevar a grave la alerta. En el campo, por el contrario, se han disparado todas las alarmas. “Si el próximo año hídrico (que comienza el próximo 1 de octubre) es tan seco como este, la situación será dramática”, advierte Pedro Parias, secretario general de la Asociación de Comunidades de Regantes de Andalucía (Feragua).

Parias asegura que ha llovido un 30% menos de la media anual registrada históricamente en el último año, a lo que hay que sumar valores por debajo igualmente en los últimos cuatro años, de manera que, al menos en tres zonas de la comunidad el escenario es preocupante.

Señala, en primer lugar, la Axarquía malagueña, donde hay casi un millar de hectáreas sin riego por la falta de agua en el embalse de La Viñuela y perjudicando el cultivo de aguacate y mango.

Por otro lado, la Cuenca del Guadalete-Barbate, con capacidad de 1.651 hectómetros cúbicos, se encuentra por debajo del 17%, lo wur ha llevado a la Administración a establecer restricciones del regadío de hasta el 50%.

Y, por último, advierte de que la Cuenca hidrográfica del río Guadalquivir, de la que depende más de la mitad de las hectáreas de regadío de Andalucía, más de 550.000 hectáreas repartidas entre las provincias de Granada, Jaén, Córdoba y Sevilla, está en estado crítico. Sevilla ha sufrido un recorte de la dotación de agua del 70%, lamenta el responsable de transformados de  la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) Andalucía, Diego Bellido, quien recuerda que donde antes se sembraban pimientos, calabazas y boniatos se han visto obligado a arrendar tierras en las provincias de Cádiz y Huelva para seguir produciendo. También ha pasado con el tomate de industria, con pérdidas de hasta 120 millones de euros, de los 7,5 se destinan a los jornales. “La cooperativa Las Marismas ha pasado de sembrar 2.000 hectáreas a cero”, lamenta.

Los agricultores también se han visto obligados a cambiar de cultivos para optimizar el agua disponible. El girasol ha sido el producto estrella. Pero, pese a que ofrecía una gran rentabilidad al inicio de la campaña, las olas de calor en fase de floración y desarrollo del fruto ha dejado las pipas vacías. Lo mismo ha ocurrido con los vasillos de garbanzos, otra de las alternativas tomadas, la almendra o la aceituna, deshidratada en los olivos, o las uvas, con una vendimia temprana y con previsiones a la baja con respecto al año pasado.

A todo ello hay que sumar el agrietado y la salinización de las tierras, al no haber agua que diluya los productos fitosanitarios empleados, muchos de los cuales contienen nitrato, impidiendo que la planta pueda absorberlos. “La estampa que queda es un suelo cultivado con manchas blancas en la superficie provocado por el nitrato que asfixia la plata”, según denunciaba COAG en una reciente nota de prensa remitida a los medios de comuniación en la que la organización agraria reclamaba medidas porque el panorama no es halagüeño: un estudio elaborado por COAG, Empieza la cuenta atrás. Impactos del cambio climático en la agricultura española, concluye que Sevilla podría sufrir 90 días de sequía en 2030 si la temperatura media del planeta asciende a 1,5 grados centígrados.

Pedro Parias ofrece algunas propuestas. Por un lado, anima a las administraciones a continuar con el respaldo a la modernización de los regadíos para optimizar la gestión. “Hoy, Andalucía es la región con más riego localizado, en torno a 800.000 hectáres de 1,1 millones”, afirma. Por otro, considera que hay que abaratar el uso de agua desalinizada, porque el coste por metro cúbico es casi el triple de lo que pueden pagar los regantes, así como el uso de recursos alternativos de aguas subterráneas o pozos, que son estratégicos, y aguas regeneradas, lo que llevaría a instalar sistemas de depuración para uso terciario.

Y finalmente, plantea dos iniciativas más que encuentran cierta resistencia para llevarse a cabo. En primer lugar, considera clave no incrementar las hectáreas de regadío dado que falta agua y, por último, defiende la autorización e incentivo para la construcción de balsas y presas que impidan avenidas cuando llueva y el almacenamiento en otoño e invierno de un recurso escaso el resto del año. “Puede tener impacto medioambiental, pero hay que poner pros y contra en una balanza, adoptar medidas compensatorias, y garantizar un bien básico para nuestro desarrollo”.

 

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