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Pinar se deja un triunfo claro en un suplicio de corrida

El diestro Rubén Pinar dio una vuelta al ruedo por una buena y asentada faena, al único toro que se salva de un desfondado encierro de Alcurrucén, y pudo tener una recompensa mayor si no llega a fallar con el descabello.

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El diestro Rubén Pinar dio una vuelta al ruedo por una buena y asentada faena, al único toro que se salva de un desfondado encierro de Alcurrucén, y pudo tener una recompensa mayor si no llega a fallar con el descabello.

Faltó el elemento fundamental, el toro, pues ni el mejor llegó a ser completo. Lo único destacable en la tarde, la faena de Pinar al tercero, el menos malo, toro que también tardó mucho en definirse.

El mérito del joven torero albaceteño fue sentar las bases para que el animal sacara de lo más recóndito el poco buen fondo que tenía.

Rebotado en los capotes, también peleó con mal estilo en el caballo, yéndose suelto después de hacer sonar los estribos, y en banderillas se vino cruzado, a punto de llevarse por delante tanto a Juan Rivera, que lo lidió, y a Manuel Montoya y Miguel García, que lo banderillearon.

Con este panorama, para abrir faena de muleta, tardó Pinar en elegir los terrenos adecuados. Pero cuando se puso acertó de pleno. Entre las rayas. Muleta adelantada, abierto el compás, a esperar, a tirar y a ligar. Así fue la primera tanda, por la derecha, difícil de adivinar, pero fue. Siguió por ese pitón, aguantando un par de parones y miradas, y nuevamente resolvió la segunda serie.

Ahí arrancó la música, y desde ese momento la faena tuvo una extraordinaria exactitud, de trazos limpios, más o menos sentidos, pero sobre todo poderosos y mandones. Pinar superó finalmente todo. También al natural, aunque ayudándose, hubo una tanda estimable. Otra más a derechas y la última por la izquierda.

Tras un natural redondísimo, final de una serie a derechas que venía ligado a un cambio por detrás, con las palmas echando humo, entendió que era el momento de irse a por la espada.

La estocada fue en todo lo alto. Faltaba sólo que doblara el toro. Pero no. Las prisas con el descabello hicieron que volara el trofeo.

Volvió Pinar en el sexto con idéntico compromiso, aunque ya no era el mismo astado. Más bien un buey, y con malas ideas. La cara por las nubes, y pitonazos a diestro y siniestro. El esfuerzo del torero fue tremendo. Incontables los pases, en realidad proyectos de pases.

El tendido se lo agradeció con una cariñosa ovación final.

El resto de la tarde fue una sucesión de imposibles. Sólo el primero tuvo nobleza y cierta clase, pero con escaso motor. También el hecho de abrir plaza le restó importancia.

Un toro con temple y hasta continuidad en las embestidas, por abajo incluso. Curro Díaz se gustó a sí mismo más que a la concurrencia haciendo un toreo demasiado relamido.

El toro cada vez más reservón, más cortito, hasta difuminarse del todo también la faena. Aún así Curro saludó una ovación.

Igual que en el cuarto, aunque el trasteo en éste tuvo todavía menor consistencia. Algún natural suelto valió la pena, pero en conjunto muy poca cosa.

Tejela fue el que menos opciones tuvo en la tarde, sobre todo en su primero, toro que daba cabezazos y rebañaba por los dos pitones. Lo intentó el hombre, pero fue vano.

Y más de lo mismo con el redomado manso quinto. La faena, una sucesión de enganchones por la tendencia del toro a puntear. Tejela no depuso las armas tan fácilmente, echándole coraje. Su triunfo fue sortear los hachazos que iban y venían, sin llegar a ser blanco de ninguno.

Corrida mala, no hay que explicar más, para los toreros. Y por idénticas circunstancias, insufrible también en el tendido.

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