El Guadalmedina, la arteria fluvial con la que tantas veces Málaga no ha sabido que hacer, “no es una cicatriz o una herida, es una arteria que oxigena Málaga y puede unir las dos orillas”. En estos términos se pronunciaba recientemente Tristán González, miembro de Ecologistas en Acción en un debate sobre el cauce fluvial promovido por el Ateneo de Málaga.
Y algo de eso ha demostrado la renaturalización de la margen derecha realizada por la Junta de Andalucía aguas debajo de la Presa de El Limonero o desde el Puente de Armiñán hasta el cruce de la autovía, aguas arriba, como se prefiera, de la que dio cuenta Jorge Robles Alés, comisario de Aguas de las Cuencas Mediterráneas, que puso el acento en las dificultades encontradas a causa de la suciedad acumulada, basuras y escombros, algo a evitar de nuevo pero que requiere “que se cambie la mentalidad de la gente asociada al río como lugar adonde echar la basura”.
Un proyecto que ha contado con la plantación de abundante vegetación, más de 100.000 árboles, pero que no se ha visto favorecido por los efectos de la sequía sobre los plantones. Un proyecto que ha convertido la zona en lugar para paseo y que la ha convertido en más accesible.
Necesidades ante avenidas
Pero, volviendo al concepto dado popularmente de cicatriz al río, sobre todo en su tramo urbano, para José Damián Ruíz Sinoga, catedrático de Geografía Física UMA, superado el planteamiento urbanista que quería encorsetar al río (la posibilidad de un embovedado siempre ha estado sobre la mesa), estamos hablando de que “no es una cicatriz, sino, en caso de avenida, es un salvavidas”.
El problema, según Ruíz Sinoga, en el cauce urbano no es el porcentaje del mismo a cota cero para darle uso social y ciudadano, sino que hay que minimizar el riesgo con reforestación en los barrancos, aunque para que esta haga su labor se requieren 25 años, siendo también clave, indicó, la “educación y concienciación de la ciudadanía.
En definitiva, para evitar la vulnerabilidad de la ciudad a 200 metros de una presa hay que actuar pues, aguas arriba.
Por su parte, el arquitecto y urbanista Sebastián González, puso el acento en el tramo urbano, en su renaturalización y acompasamiento a la cota de la ciudad para acabar con la situación actual se separación que se debe corregir o al menos mejorar con reforestación pendiente, porque, para prevenir una posible avenida de agua ve conveniente la instalación de tanques de tormenta (grandes depósitos subterráneos para almacenar las primeras aguas de lluvia) en sitios clave, así como mejorar el sistema de laminación del Limonero planteando “un baipás de derivación para evacuar en caso de emergencia, de una avenida extraordinaria desde la cuenca del Guadalmedina al río Campanillas, aguas abajo del embalse de Casasola” también plantea otro de seguridad que aprovecharía esa traza potente que tiene la avenida de Valle Inclán buscando la desembocadura del Guadalhorce.
La seguridad de la presa
Porque la seguridad también está en el debate, y hasta llegó a plantearse en lo que toca a la presa de El Limonero. Robles recordó que calificó como “una presa de magnífica calidad” y desde cuya construcción “el Guadalmedina no ha causado inundaciones”. Así, aseguró que la presa “no es un problema” sino que se ha convertido en “la solución desde el año 83” ya que “está perfectamente gestionada, con un mantenimiento y una conservación permanente y exquisita y no va a ser un problema”.
Ruiz Sinoga pone el acento en cómo se están produciendo lluvias torrenciales no vistas hasta ahora, a causa del cambio climático como sucede el Valencia, o como ha ocurrido trágicamente en Grecia y sobre todo en Libia. Y aunque, no se han planteado dudas hasta ahora sobre la seguridad de la presa de El Limonero, hay que mirar más arriba para aportar seguridad, con la renaturalización, con vegetación que evita la precipitada caída vertical del agua.
Así, puso datos recientes sobre la mesa para indicar que Grecia “se produjeron 600 milímetros en un día cuando la precipitación anual es de 500 milímetros y en Libia, precipitaciones en un día de 474 milímetros cuando la media anual es de 276”, recordando cómo la presa de Libia se había roto “en un cuarto de hora”, lo que hace necesario “repensar la presa” de El Limonero con el objetivo de lograr “una menor vulnerabilidad en una ciudad con 600.000 habitantes con una presa como la del Limonero a 200 metros”.