Botellones

Publicado: 21/06/2024
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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La popularidad de estos encuentros no ha caído en desuso a través del tiempo, todo lo contrario, sigue siendo uno de los recursos más habituales
Cuando hablamos de botellones, la imagen que tenemos implica a grupos de jóvenes concentrados en puntos concretos de la ciudad con el objetivo de divertirse y donde el alcohol es el protagonista. Más allá de este concepto que aparentemente muchos consideran inocuo, hablamos de un hábito que se ha ido transmitiendo de generación en generación y que sigue proliferando, creando caldos de cultivos para conductas y prácticas desinhibidas al margen de los adultos, que generan comportamientos que abren puertas hacía otras opciones con una mayor relevancia y dependencia.

Este fin de semana en uno de esos macro o micro botellones, una chica de unos 13 años sufrió un coma etílico (beber mucho y demasiado rápido puede afectar a la respiración, la frecuencia cardíaca, la temperatura corporal y el reflejo nauseoso; en algunos casos, esto puede llevar a un estado de coma y a la muerte) poniendo en riesgo su vida, y gracias a los servicios de emergencias no acabó en tragedia. No es un caso aislado y se da con mucha más frecuencia de la que nos gustaría, pero da la sensación que se ha naturalizado tanto, que dicho impacto -ver a un/a adolescente en dicho estado de embriaguez y con pérdida de conocimiento- ya no vende, no es importante y no le interesa a nadie, excepto a sus familias, que toman conciencia tras episodios de estas características.

La popularidad de estos encuentros no ha caído en desuso a través del tiempo, todo lo contrario, sigue siendo uno de los recursos más habituales por diversos motivos, sobre todo por esa permisividad existente sobre el consumo de alcohol que tenemos en este país, que empieza a ser preocupante. Ese ritual de interacción entre los diferentes núcleos sociales de nuestros adolescentes está sobrecargando a los servicios sociosanitarios, que observan cómo estos comportamientos, más que adictivos, se han convertido en un peligro constante, en el que pululan a su alrededor ‘lobos con piel de cordero’, aprovechándose de esa inocencia para crear futuros clientes.

La familia, en estos casos, debe ser un pilar importante para el desarrollo de la madurez, controlando los pasos a seguir de sus hijos y dando en todo momento información y formación sobre estas conductas, que implican, no solo el riesgo de perderse una vida, tenemos que ser conscientes de que existen otras consecuencias que suelen darse en estos espacios que son menos drásticos pero que afectarán a los chicos y chicas el resto de sus vidas.

 

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