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Del Ártico a Málaga: así es el único laboratorio español de algas polares

Investigadores de la Universidad de Málaga estudian cómo el calentamiento global afecta a estos organismos, claves en la cadena trófica del Ártico

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La Universidad de Málaga (UMA) cuenta con el único laboratorio de cultivo de algas polares de España, un espacio dotado con cámaras climáticas que pueden alcanzar los 40 grados bajo cero en el que los investigadores estudian cómo el calentamiento global afecta a estos organismos, claves en la cadena trófica del Ártico.

Inaugurado en 2021, el Laboratorio de Investigaciones Polares está ubicado en la finca Grice-Hutchinson, en dos hectáreas de terreno muy próximas al aeropuerto de Málaga que la economista británica Marjorie Grice-Hutchinson donó a la UMA a mediados de los años 80 para que los destinara a la investigación.

El recinto alberga también invernaderos, un edificio para congresos, el Laboratorio del Campus de Excelencia Internacional del Mar (CEI·MAR) o las sedes del Instituto Universitario de Biotecnología y Desarrollo Azul (IBYDA) y de la Unidad de Ecología y Microbiología de Sistemas Acuáticos Controlados, acreditada como centro de cría y experimentación con peces.


En el Laboratorio de Investigaciones Polares, los científicos trabajan con muestras de macroalgas recogidas en el Polo Norte para analizar el impacto que el cambio climático está teniendo en el ecosistema existente bajo el hielo e intentar predecir su evolución. En esa región, la tasa de incremento de la temperatura es cuatro veces superior al resto del planeta.

Aumento de la temperatura

Para simular las peculiares condiciones de frío e iluminación del Ártico, donde prácticamente seis meses es de día y otros seis meses es de noche, este centro dispone de varias cámaras climáticas a diferentes temperaturas que permiten, además, "jugar" con distintas intensidades y tonalidades de luz.

También hay tanques de cultivo de varios cientos de litros de capacidad, donde las algas traídas del Polo Norte pueden sobrevivir varios meses, y otro material de laboratorio como deshidratadoras de baja temperatura.

Aunque una de las cámaras puede alcanzar los 40 grados bajo cero, lo habitual es que se trabaje a temperaturas de entre -1,5 y 8 grados, que es lo que marcan actualmente los termómetros en el medio acuático polar, explica a EFE el catedrático de Ecología de la UMA Carlos Smerdou.

El biólogo, que lleva más de dos décadas realizando expediciones científicas al Ártico, asegura que el cambio climático es una realidad palpable en el Polo Norte, donde en este período los glaciares han retrocedido hasta cinco kilómetros y la temperatura media del agua ha aumentado hasta 4 grados.

"Nosotros llevamos 22 años yendo al Ártico y lo primero que nos ha llamado la atención es el incremento de la temperatura, tanto del aire como del agua. En el noroeste de Svalbard, donde trabajamos, raramente la temperatura sobrepasaba los 2 grados en el agua. Ahora ya hay bastantes días del verano en que la temperatura se sitúa entre 5 y 8 grados", apunta Smerdou.

La importancia de las algas

Conocer la capacidad de adaptación de las algas a estos cambios resulta fundamental teniendo en cuenta que ocupan un eslabón clave en la cadena alimenticia en el mundo acuático.

En el hielo hay escasa vegetación que sirve de alimento a los renos, por lo que prácticamente todo el sistema depende de lo que se produce en el mar. Ahí están los grandes bosques de algas que son comida de animales pequeños, que a su vez son alimento de otros más grandes como las focas, principal sustento del 'rey del Ártico, el oso polar.

"De ahí la importancia de conocer qué cambios pueden estar ocurriendo en estos bosques de macroalgas", señala Smerdou, que recuerda que desde el pasado año hay también un grupo de investigación de la UMA que estudia el zooplancton, es decir, los organismos de tamaño microscópico que constituyen, junto al fitoplancton, la base de la pirámide alimenticia de los ecosistemas marinos.

"Lo que queremos saber es cómo este incremento de temperatura va a determinar la evolución del ecosistema formado por las macroalgas árticas y por el fitoplancton y cómo esto va a repercutir en el resto de los niveles tróficos en el Ártico", detalla el experto.

El grupo de I+D 'Ecofisiología de sistemas acuáticos' comenzó su trabajo con algas polares en el año 2002 y desde entonces ha llevado a cabo una veintena de campañas de investigación en el Ártico y también en la Antártida. La última de ellas ha concluido recientemente tras cerca de un mes de trabajo en el Polo Norte.

La última campaña

Esta campaña, la número 17 de la Universidad de Málaga en Ártico, se ha enmarcado en el proyecto 'Dynarctic', que busca estudiar la capacidad de las macroalgas para usar nutrientes orgánicos.

La expedición, en la que han participado la profesora de la UMA Raquel Carmona y el doctorando Pablo Cobos, comenzó a principios de junio en el archipiélago de Svalbard, en el paralelo 79 Norte, a apenas 1.000 kilómetros del Polo Norte geográfico. El destino exacto fue la base científica Ny-Ålesund, el enclave humano más al norte del planeta permanentemente poblado.

Durante tres semanas, los científicos han analizado la capacidad de cuatro especies de macroalgas para incorporar nitrógeno y fósforo orgánicos y han traído hasta Málaga algunas muestras. Lo han hecho con sumo cuidado para garantizar su supervivencia, transportándolas en una nevera de mano y envueltas en servilletas empapadas con agua de mar.

"Lo importante es mantener una temperatura de entre 3 y 4 grados y que las algas estén siempre húmedas", indica Carmona, que es profesora titular del Departamento de Ecología y Geología de la UMA.

Tras un largo viaje, las algas se encuentran ya en los tanques de agua de mar del Laboratorio de Investigaciones Polares, donde se simulan las condiciones de su hábitat natural. Allí estudiarán cómo las algas responden a los factores de cambio, para ver si se verán favorecidas, o no, por el calentamiento global.

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