A apenas
diez minutos caminando de la céntrica calle Larios de Málaga, el barrio de
Lagunillas, conocido por su
arte urbano y su carácter humilde y obrero, teme desaparecer por la
turistificación y el
éxodo forzado de sus vecinos, que con esfuerzo luchan para mantener sus viviendas y la esencia del vecindario.
Hasta hace diez o quince años, este barrio, en el que viven
unos 4.000 vecinos, era un
oasis en medio del trasiego de turistas, los selfis y las maletas, pero ahora sus pequeños bloques de edificios y casas tapiadas lo han convertido en un lugar perfecto para la
especulación urbanística.
Como explican a EFE varios de sus residentes, los carteles de
viviendas vacacionales y sus cajetines automáticos para las llaves ahogan cada vez más los murales de colores del barrio y amenazan con
borrar su historia.
De Victoria Kent a Picasso
Por las calles de Lagunillas corrían, de pequeños, artistas como el pintor Pablo Ruiz Picasso o la abogada y política republicana Victoria Kent, la primera mujer española que intervino como abogada ante los tribunales y que nació en una de las casas de este vecindario.
También músicos flamencos como
Camarón, que pasó largas temporadas en el barrio, o el cantaor Miguel de los Reyes, oriundo de Lagunillas, contribuyeron a darle ese aura artística que hoy teme perder.
La investigadora de la Universidad de Málaga (UMA)
Andrea Castro, que ha realizado varios trabajos de investigación sobre el barrio junto a su compañera Cristina Pérez, explica a EFE que
a principios de siglo Lagunillas era un lugar muy degradado que estaba prácticamente abandonado por el Ayuntamiento.
Fue entonces cuando el pintor madrileño afincado en Málaga
Miguel Chamorro se planteó la opción de revitalizar con los vecinos algunos solares abandonados. Así comenzó este cambio gracias al que, poco a poco, las
acciones vecinales han ido reconstruyendo el barrio, llenando sus solares vacíos de plantas y vida, convirtiendo sus calles en un lienzo al aire libre y sacándolo de la marginalidad.
Como detalla Castro, los vecinos empezaron a utilizar
el arte también para reivindicaciones sociales -lo que se conoce como 'artivismo'-, que ahora visibiliza con fuerza la lucha de estos malagueños contra la gentrificación y el hecho de que cada vez más propietarios los estén expulsando para especular con sus viviendas.
Pagar el alquiler o comer
El presidente de la Asociación Lagunillas y de uno de los bancos de alimentos de la zona,
Curro López, cuenta a EFE que
la situación del barrio es "crítica" precisamente por este motivo.
"Debido a la subida de los precios,
los que no se han mudado tienen que elegir entre pagar el alquiler o comer", afirma antes de comentar, con una mezcla entre preocupación e indignación, que ha visto a gente
desmayarse de hambre a las puertas del banco de alimentos y mujeres con niños a punto de ser desahuciadas.
Este activista, que se deja la piel para luchar contra la exclusión social, pide que
los partidos políticos dejen a un lado sus diferencias, regulen "urgentemente" la vivienda turística y tengan en cuenta a los trabajadores malagueños.
"Tienen que pensar que un camarero tiene que dormir por la noche. No puedes tener a una persona trabajando a jornada completa y viviendo en Coín -un pueblo a 35 kilómetros de la capital-, porque además de que no compensa a nivel económico, el día tiene 24 horas y no salen las cuentas", lamenta.
Recuerda que n
o están en contra del turismo, sino que apuestan por que sea de calidad y la especulación inmobiliaria no fuerce a los vecinos a dejar sus casas por la subida de precios y la disminución de los alquileres de larga duración.
Negocios que temen cerrar
Paseando por las calles de Lagunillas aún es posible encontrar varias asociaciones vecinales, como
La Casa Azul o Málaga Por Venir, un pequeño taller de bicicletas, un anticuario, una librería y la
sala La Polivalente, un lugar de encuentro cultural en el que ofrecen conciertos, exposiciones, intercambios de idiomas o recitales de poesía.
El cofundador de este espacio, Daniel Vega, comenta a EFE que
si el barrio aún no ha desaparecido es gracias a la incesante lucha de los vecinos por cuidarlo.
"Seguimos sobreviviendo, pero sabemos que en los próximos años
cada vez va a ser más difícil. Somos conscientes de que llegará un momento en el que no podamos soportarlo, porque los
alquileres se están
encareciendo de una manera exagerada", lamenta.
Así, a pesar de que cada vez quedan menos residentes, Lagunillas sigue siendo un
laberinto lleno de explosiones de color que recuerda la vida que hace no tanto tiempo tuvo.
"Mientras queden grafitis, queda esperanza", concluye irónico a EFE Juan, un vecino que lleva 26 años viviendo en el barrio y que asegura que seguirán luchando para que Lagunillas siga siendo un barrio cuidado y artístico en el que los lugareños puedan permitirse vivir.