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Teología de Málaga

Teología de Málaga. Arbitrariedad

Arbitrariedad, como resume la Real Academia, es actuar por capricho y no guiándose por la ley o la razón

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Arbitrariedad, como resume la Real Academia, es actuar por capricho y no guiándose por la ley o la razón. Pongamos el norte de la ronda. Esa vieja polémica que se arrastra desde hace décadas–¿contruir o no construir al norte de la ronda?– ha reaparecido con los trileros del tercer hospital: se anuncia de pronto en los terrenos del Hospital Civil, después al norte de la ronda, de pronto otra vez en los terrenos del Hospital Civil… y entonces, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o más bien el Guadalmedina por Málaga, nos cuelan de matute “pero, oye, sí que estaría bien construir al norte de la ronda”. Y así ha reaparecido esta vieja polémica que, si bien se mira, es pura arbitrariedad. ¿Construir al norte de la ronda? Pero, a ver, sólo hay que ir unos cientos de metros más allá, para ver construcciones al norte de la ronda en Pinares de San Antón, La Mosca, Cerrado de Calderón, o Peinado Grande hacia los Montes. Sencillamente considerar que el norte de la ronda es un criterio urbanístico resulta, sin más, absurdo. No existe ningún criterio urbanístico que sea construir o no al norte de la ronda, y por tanto, si se tratara de saltar o no la ronda, nada debería impedir hacerlo.

Este es, como tantas veces, un problema mal formulado, y por tanto tramposo. La cuestión no es si construir al norte de la ronda, cuando ya se ha construido tanto al norte de la ronda, sino si se debe construir allí, exactamente allí, en ese punto al norte de la ronda, más arriba del Limonar y el Mayorazgo, en esas lomas al sur del Parque Natural de Los Montes, entre los arroyos Quirosa y Jaboneros.  Hay un buen puñado de argumentos que se deben considerar: ¿afectaría a la zona medioambiental protegida? ¿es inviable con las actuales conexiones de tráfico? ¿es desaconsejable sin una reforestación previa para evitar riadas? ¿Hay otras motivaciones de seguridad? Estas son preguntas que hay que hacerse; y las respuestas son las que deberían determinar si intervenir o no allí. Eso es actuar bajo el dictado de la razón y, por supuesto, bajo el dictado de la ley. Pero, como dicta la definición de la Real Academia, la arbitrariedad consiste precisamente en no guiarse por la ley o la razón sino por capricho. Y en eso estamos, con la arbitrariedad moral, como advertía John Rawls, de formular debates falsos. 

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