La recta final de las negociaciones entre el Grupo 5+1 e Irán para alcanzar un acuerdo que garantice que este país no fabrica armas atómicas ha entrado hoy en su decimoquinta jornada, después de aplazarse por cuarta vez la fecha prevista para su conclusión debido a una desaceleración de los progresos.
Los jefes de las diplomacias del grupo 5+1 (Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania) más la Unión Europea, por un lado, e Irán, por otro, continúan este sábado con el intento de superar los últimos escollos.
El secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, aseguró que en las reuniones de ayer se logró resolver algunos de los problemas pendientes, que no especificó.
"Pienso que es correcto decir que hemos hecho progresos hoy. El ambiente es muy constructivo", dijo Kerry según lo cita un comunicado del Departamento de Estado de su país publicado anoche.
Al comentar escuetamente el resultado de la jornada de ayer, en la que se decidió prolongar las negociaciones hasta el lunes 13 de julio, Kerry reconoció que no obstante aún queda trabajo por hacer.
"Todavía tenemos un par de asuntos muy difíciles", indicó.
Unas horas antes, el jefe de la diplomacia británica, Philip Hammond, había coincidido en que se va avanzando, pero lamentó "la lentitud exasperante" de la negociación.
Su homólogo iraní, Mohamad Yavad Zarif, acusó a sus contrincantes de cambiar sus posturas respecto a puntos ya acordados, e incluso de posiciones dispares en el seno del 5+1.
"Desafortunadamente, estamos viendo tantos cambios de posturas como excesivas demandas. Varios países del Grupo 5+1 tienen diferentes opiniones. Esos temas han hecho la negociación complicada", según declaraciones de Zarif difundidas ayer por la agencia iraní IRNA.
El G5+1 negocia desde hace 20 meses con Irán una solución política al contencioso nuclear iraní.
A cambio, las potencias levantarían las sanciones financieras y comerciales que estrangulan la economía de la República Islámica.
El pasado 2 de abril, las partes aprobaron en Lausana (Suiza) un acuerdo marco con los parámetros del documento definitivo que aspiran a adoptar en Viena.
El objetivo es que Teherán reduzca sus actividades atómicas -en especial el enriquecimiento de uranio- hasta el punto de que no pueda tener la capacidad de fabricar armas atómicas durante al menos una década.
A cambio, las potencias negociadoras deberán garantizar que Teherán pueda mantener un programa nuclear con fines civiles, y levantar las sanciones financieras y comerciales que desde hace años estrangulan la economía iraní.
Precisamente, las modalidades del levantamiento de las sanciones es uno de los escollos.
Teherán insiste en que todas se anulen en cuanto entre en vigor el acuerdo, pero el G5+1 pretende obtener antes un informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) que confirme que Irán está cumpliendo con sus compromisos.
Otra elemento de discordia es el alcance que deberán tener las inspecciones del OIEA para verificar el cumplimiento iraní.
Teherán siempre ha negado que busque dotarse de un arsenal nuclear, como sospechan el G5+1 e Israel, pero hasta ahora no ha permitido el acceso de los inspectores del OIEA a algunas instalaciones militares donde supuestamente pudo haber realizado investigaciones atómicas.
Lo que complica más las cosas es la exigencia de Teherán de que el fin de las sanciones abarque también al embargo de armas, algo que apoya Moscú y que Washington rechaza al considerar que no está directamente relacionado con el conflicto nuclear.