La primera aparición oficial de Emmanuel y Brigitte Macron fue en junio de 2015 en una cena de Estado en honor a los reyes de España. El patio del Elíseo, que hoy volverán a recorrer en calidad de nuevos anfitriones, consagró entonces ante los franceses a una pareja acostumbrada a desafiar las convenciones.
Los 24 años de diferencia entre "Bibi" y "Manu" -como se llaman en familia- y el hecho de que se conocieran cuando ella era su profesora de teatro definen a un matrimonio que reivindica su propia normalidad.
Él tenía apenas 15 y ella 39, marido y tres hijos cuando la escritura a cuatro manos de una obra les hizo compartir muchas horas a principios de los noventa en su instituto en Amiens, ciudad del norte de Francia de la que ambos proceden.
La inteligencia del entonces adolescente, que no tardó en declarársele, despertó la curiosidad de la profesora, quien, sabedora de estar ante una historia prohibida, le convenció para que fuera a estudiar el último curso en un prestigioso centro de la capital.
"Volveré y me casaré contigo", le dijo Macron. La promesa se cumplió en 2007, tras años de separación en los que no perdieron el contacto y uno después de que ella se divorciara del banquero André Louis Auzière.
Macron y su futura esposa ya eran pareja cuando él estudió en la universidad de SciencesPo y en la Escuela Nacional de Administración (ENA), que ha visto en sus pupitres a gran parte de la elite política del país.
Brigitte ha sido testigo y parte de la ascensión de su exalumno, que comenzó a trabajar como inspector de finanzas y desembarcó en 2008 en la empresa privada de la mano de la banca de negocios Rothschild, antes de entrar cuatro años más tarde en el Elíseo como secretario general adjunto y de su nombramiento como ministro de Economía en 2014.
La presencia de ella en el gabinete de Economía era habitual, y así lo reconoció la propia protagonista cuando Macron dejó su puesto: "Muchas gracias por el hueco que me habéis hecho", le dijo a su equipo.
La exprofesora reclamó también su lugar en En marcha, el movimiento con el que su marido trazó su camino a la Presidencia. A Brigitte se la ha visto revisando sus discursos o corrigiendo su entonación, dándole o no su visto bueno al final de debates o mítines y pendiente de su alimentación.
Y junto a sus tres hijos y siete nietos, que Macron siente como propios y al que los pequeños llaman "daddy", subió al escenario el pasado domingo en la Explanada del Louvre, en la que el presidente electo recibió a una militancia eufórica tras haberse impuesto frente a Marine Le Pen.
Brigitte, que dejó su trabajo en septiembre de 2015 para acompañarle, ve recompensada ahora esa entrega con el puesto de primera dama, al que Macron, que siempre ha reconocido la ayuda de su esposa, quiere dar un estatus oficial.
Tras la modelo y cantante Carla Bruni con Nicolas Sarkozy y la periodista Valérie Trierweiler con François Hollande hasta su separación en enero de 2014, el Elíseo recibe a una exprofesora que desde que saltó al foco mediático ha limado y rejuvenecido su imagen.
Brigitte, la consorte de más edad en llegar al palacio, es consciente de los comentarios despectivos por su diferencia de edad, pero pese a considerarlos hirientes ha sabido afrontarlos con humor.
"Tenía que presentarse en 2017, porque en 2022 su problema será mi cara", habría dicho, según su entorno, sobre los 69 años que ella tendrá al final del quinquenio presidencial.