El 31 de diciembre de 1984, a las 18.02 horas, partió de Sanlúcar de Barrameda, con destino Cádiz, el último ferrobús del denominado Tren de la Costa. De los detalles de aquel viaje de casi 90 minutos hasta la capital, da cuenta Juan Luis Naval, cronista de la Villa de Chipiona, quien lamenta, 35 años después, que la comarca perdiera entonces uno de los medios de comunicación que, bien gestionado, habría permitido el desarrollo económico de la Costa Noroeste. “Los horarios eran un sinsentido”, apunta.
La competencia de Los Amarillos y La Valenciana, que ofrecían desplazamientos por carretera más cómodos y con paradas en los núcleos urbanos, a diferencia de los apeaderos ferroviarios, dieron la puntilla a una línea que Renfe consideraba deficitaria desde finales de la década de los setenta. Los clientes, según la empresa, siempre escasearon. Con Miguel Boyer como ministro, se suprimió. Hasta hoy.
Aquel 31 de diciembre Luis Mario Aparcero, que llevaba apenas tres semanas como alcalde, se plantó en la estación para acercar a su madre, que iba a ir Rota por un compromiso familiar. “Ni siquiera sabía que ese iba a ser el último día de servicio”, admite. Un fotógrafo y una mayor concurrencia de lo habitual le advirtieron de que aquella jornada era inusual. Fue, de hecho, histórica. Diez años después, el propio Aparcero, consciente de las consecuencias de la pérdida del tren para la localidad y las otras poblaciones vecinas, se propuso resucitar el Tren de la Costa. A instancia de la Fundación de Ferrocarriles Españoles, el primer edil se comprometió a realizar gestiones ante la Junta de Andalucía y Renfe para recuperar la línea que enlazó durante más de un siglo Chipiona, Sanlúcar, Rota y El Puerto con Cádiz. Pero todo resultó infructuoso.
Los tramos por los que discurrió la vía férrea, después de que las traviesas y los raíles fueran espoliados, fueron recuperados por los ayuntamientos con el objetivo de convertir el trazado en un corredor ecológico. El operador planteó que se conservara la vía del antiguo ferrocarril por si se diera el caso de recuperar la comunicación, relata el cronista chipionero. Pero nunca ha habido intenciones serias al respecto, aunque el Partido Popular ha defendido en reiteradas ocasiones la necesidad de conectar nuevamente por este medio Costa Noroeste y Bahía de Cádiz.
En 2006, Antonio Sanz, parlamentario andaluz en ese momento, preguntó al Gobierno regional si tenía previsto ejecutar dicha conexión. La Consejería de Obras Públicas no se mojó, se limitó a responder que lo estudiaría de cara al Plan de Transportes en la Bahía de Cádiz y nunca más se supo. El propio Sanz insistió en 2008 nuevamente y, en la campaña de las elecciones autonómicas, incluyó la propuesta en el programa electoral popular. Por último, ocho años después, en las alegaciones presentadas por el grupo parlamentario popular al Plan de Infraestructuras del Transporte de Andalucía en 2016, el PP mantiene que “la Costa Oeste y Noroeste quedan al margen de la conexión ferroviaria y tranviaria de la Bahía de Cádiz y Jerez. La Administración autonómica no puede obviar esta circunstancia y desde el grupo parlamentario popular consideramos necesario la consideración de esta importante actuación en la revisión del Pista”.
Ahora, en el Gobierno, el PP no ha rescatado esta vieja revindicación política. De hecho, al margen de las propuestas contenidas en el Plan de Transporte Metropolitano de la Bahía de Cádiz, aún en tramitación y heredado del anterior Ejecutivo, para mejorar el servicio de catamarán a Cádiz, disponible desde 2006, y el de autobús fundamentalmente, la consejera de Fomento solo ha asumido los compromisos de contar a lo largo del año recién iniciado los “primeros estudios” de la conexión marítima entre Huelva y la provincia, con Chipiona postulándose como origen y destino de la ruta; y el estudio del desdoble de la A-491, el tramo de carretera que uniría El Puerto, Rota y Chipiona por doble vía y que estas poblaciones llevan esperando más de una década.
“Estamos en el fin del mundo”, se queja Aparcero. “Hasta aquí hay que venir”, añade. Y remarca que las administraciones deben involucrarse. Porque no se trata únicamente de facilitar la movilidad de los vecinos y entre las localidades. Se trata, además, de dar respuesta a los miles de turistas que pueblan cada verano la comarca y que, si contaran en la zona con mejores infraestructuras, serían más a buen seguro.