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Punta Umbría

La novela gráfica muestra su cara más tierna en ?Paul se muda?

Paul se muda, del autor canadiense Michel Rabagliati, ha dado un nuevo giro al cómic autobiográfico para relatar, de forma tierna y fresca, la importancia de los pequeños momentos, una apuesta arriesgada dentro de un género que se ha popularizado a través de complejas historias personales.

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Paul se muda, del autor canadiense Michel Rabagliati, ha dado un nuevo giro al cómic autobiográfico para relatar, de forma tierna y fresca, la importancia de los pequeños momentos, una apuesta arriesgada dentro de un género que se ha popularizado a través de complejas historias personales.

En Paul se muda (Astiberri), Rabagliati recupera a su alter ego Paul –un personaje que comparte evidentes semejanzas con la vida del propio ilustrador– para contar su paso desde la adolescencia hasta la vida adulta.

En las primeras páginas del libro el lector asiste al momento en que Paul y su novia, Lucie, se independizan y se van a vivir juntos.

A partir de ese momento el autor recupera, mediante un salto en el tiempo, la narración de cómo la pareja se conoció siendo estudiantes de diseño; un relato que va más allá de la propia historia de amor para centrase en el proceso de descubrimiento de uno mismo tras la adolescencia.

En la segunda parte del libro, la más cómica, marcada por la sucesión de anécdotas, se da a conocer la vida y el día a día de Paul y Lucie, y cómo la convivencia conlleva también la evolución de cada individuo de la pareja.
Influido por tebeos clásicos franceses como Tintín, Astérix y Obélix o Spirou, el estilo de Rabagliati es desenfadado, con una composición muy limpia de viñetas en blanco y negro, y personajes alargados y expresivos, bien caracterizados a pesar de la ausencia de trazos.

Al igual que sus tres trabajos anteriores, Paul en el metro, Paul se va de pesca y Paul consigue un trabajo de verano; Paul se muda puede encuadrarse dentro del género slice of life (trozo de vida), por su marcado carácter autobiográfico y su recreación de la realidad cotidiana.

Un carácter que se remarca al final del libro, con la inclusión de una fotografía, que había sido previamente dibujada en viñetas, para aportar verdad al relato.

Lejos del egocentrismo, sin embargo, la narración de la historia de Rabagliati es fluida y de lectura dinámica, mezclando de forma natural la seriedad, el drama y la ternura.

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