estadounidense Nathaniel Hawthorne, que se reedita con ilustraciones de Ana Juan.
Ana Juan (Valencia, 1961), reconocida artista que comenzó su trabajo en los años 80 en la revista Madriz, que colabora con The New Yorker y que en 2010 obtuvo el Premio Nacional de Ilustración, ha envuelto con unos impresionantes dibujos en blanco y negro este famoso cuento que tanto admiraba Borges, y que publica ahora la editorial Nórdicas, con motivo de su quinto aniversario.
“Recuerdo haber leído en alguna revista antigua una crónica que relatada como si fuera real, contaba la historia de un hombre, de nombre Wakefield, que decidió marcharse a vivir lejos de su mujer una temporada larga...”. Así comienza este relato del autor de La letra escarlata.
Una historia, conmovedora por real y cruel al tiempo, que cuenta cómo un día este hombre, apacible y normal entre comillas, le dice a su esposa que se va a ausentar una semana porque se va de viaje, pero el citado Wakefield no se va y se alquila una habitación muy cerca de su casa.
Allí pasará veinte años, y desde allí vigilará, día tras día, a su esposa, observará cómo ella sufre por su ausencia (le dará por muerto), cómo se va transformando; paseará por su misma calle de forma anónima; incluso se parará en su puerta y mirará por la ventana, hasta que un día, después de veinte años, decide entrar como si nada hubiera pasado y volverá a su vida familiar.
Un inquietante relato de Hawthorne (Salem, 1804-Plymouth,1864), un escritor que tejió muchos cuentos de contenido fantástico o siniestro para su época, y que Ana Juan ha completado con unas imágenes bellas y desasosegantes, en las que el dibujo de un gran ojo que entra por la ventana es el principal protagonista.
“Lo que más me fascinó desde el día que leí por primera vez 'Wakefield' es el desasosiego que produce una desaparición y el desconcierto que produce en los que quedan. Pero, sobre todo, la perversa intención del desaparecido, la decisión calculada de desaparecer de una vida y crearse otra que circula alrededor de lo que era su vida anterior”, explica a Efe la ilustradora.
“En primer lugar decidí -argumenta- que las ilustraciones fuesen en blanco y negro, porque el color convierte las cosas en evidentes, mientras que el blanco y negro añade misterio a las imágenes. Además estamos en Londres y sus brumas en la época victoriana no dan lugar para el color”.
Unas imágenes que tienen un recorrido circular que comienzan en la casa y se cierran de nuevo con la casa, “porque esta se convierte en un mudo testigo del juego de Wakefield y del sufrimiento de su esposa. Por otra parte, si el protagonista no quería ser descubierto, yo no iba a caer en la tentación de mostrar su físico, simplemente quise que se le intuyera y que a través de sus ojos, fuéramos viendo el devenir de los acontecimientos”, precisa.
“Mis imágenes, al igual que la actividad de Wakefield, giran alrededor de su esposa, el objeto de su juego perverso. A ella la utilizo como recurso”.