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Por qué es necesario izar una bandera arcoíris cada 28 de junio

Cuando me dicen que izar una bandera arcoíris es una forma de diferenciarse del resto siempre respondo lo mismo: que diferentes eran cuando no podían izarla.

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  • Banderas en la sede del Parlamento Europeo.

La juventud actual no es promotora de su época, sólo víctima de ella. Es un pensamiento del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, que me ha marcado desde mi adolescencia y creó en mí la conciencia de que tenía que unir a esa época mi propia cosecha.

Esa cosecha, más la parte que quedó de la época de mis padres, en parte de la época de mis abuelos, es la que han recibido mis hijos que a su vez la han transformado y la legarán a sus hijas (por ahora sólo tengo nietas) para que ellas sigan completando ciclos.

Efectivamente somos lo que hicieron de nosotros más nuestra aportación a nuestra época, que en unos casos habrá sido sustancial y en otros insignificante, con el término medio en el lugar que le corresponde.

Yo voy a cumplir 63 años en algo más de dos meses y al día de hoy considero mi deber defender mi libertad por encima de cualquier cosa -los que la tuvimos secuestrada lo entendemos mejor- y defender la libertad de los demás de la misma forma. Como el “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

Nunca he cuestionado la educación que me dieron mis padres como espero que no cuestionen mis hijos la que les han dado los suyos; es más, el hombre que soy ahora es fruto tanto de los prejuicios que heredé de la época de mis progenitores como de la lucha por erradicarlos en que se convirtió la mía.

Porque ahí está el quid de la cuestión. Venimos de una sociedad cargada de prejuicios que se van superando a la vez que aparecen otros que deberán superarse por las generaciones venideras. Pero los nuestros están ahí y son los que ahora importan.

Reconozco que hago un gran esfuerzo para ver con naturalidad a dos personas del mismo sexo besándose en público pero no me produce ningún trauma ni me escandalizo. Razono mis propios contrasentidos con la convicción de que no puedo evitar esa sensación pero que lucho por evitarla y es eso lo que me permite vencerme a mí mismo y cada vez con más éxito.

Sin embargo yo puedo presumir de que soy de lo mejorcito en cuanto a tolerancia, respeto y responsabilidad en la defensa de la libertad de los demás como si de la propia se tratara. Soy lo que se dice -vuelvo a aquella frase de unos párrafos atrás- un buen cristiano. Sin más.

No sé si cada vez hay más personas como yo o cada vez hay más víctimas de la época de sus padres, sus abuelos y hasta sus bisabuelos que no han aportado nada al pensamiento que heredaron. Eso no lo sabe nadie por mucho que se hable de normalidad sobre lo que sigue siendo social y prejuzgadamente anormal.

No sé si la Ley de Peligrosidad Social abolida en los primeros años de la democracia realmente quedó sin efecto en algún porcentaje de la sociedad española o sigue interiorizada en millones de personas como si no hubieran pasado cuarenta y dos años.

Para entender lo que es la percepción y cotejarla con la realidad sólo hay que ver cómo en Estados Unidos no han sido capaces de superar aún sus problemas fundacionales después de casi 300 años de historia o cómo en España se mantiene latente un guerracivilismo que socava los cimientos de una concordia y que cada vez se antoja más irracional y peligroso.

Lo que sí sé es que en el mejor de los casos hay personas como yo que todavía se violentan ante una expresión de amor entre dos personas del mismo sexo y que no sabemos cuántos están en la situación peor que la mía, que posiblemente sean más de los que dan la cara abiertamente.

Cuando me dicen que izar una bandera arcoíris es una forma de diferenciarse del resto siempre respondo lo mismo: que diferentes eran cuando no podían izar esa bandera. Igual que lo digo cuando la levanta el pueblo romaní o cualquier otro colectivo que ha sufrido y sufre en sus carnes la discriminación por ser diferente al canon socialmente establecido por los que son diferentes a ellos. 

Me resulta más chocante todavía que sean los que más valor le dan a una bandera los que no respeten lo que significa un símbolo de permanencia a un grupo humano del que ningún hombre puede escapar porque somos seres sociales por naturaleza, unidos por nuestras afinidades.

Y me preocupa mucho más que quienes critiquen esa bandera sean miembros de una Iglesia en la que el Pastor, el Papa Francisco, ha sido el primero en decir que no es nadie para opinar sobre los demás en referencia a los homosexuales.

Ahí tienen las respuestas -que son las mías- a por qué es necesario levantar banderas, en el día de hoy, 28 de junio, con los colores del arcoíris. Porque hay mucha gente como yo que necesitamos verla para terminar de vencer nuestros perjuicios; porque hay mucha gente que no necesita vencer sus prejuicios porque no los ven como tales aunque su ceguera pisotee la libertad de los demás; porque lejos de esa normalización aún sigue en activo una ‘policía moral’ que hace cumplir a rajatabla la Ley de Peligrosidad Social abolida oficialmente pero arraigada en las víctimas de los promotores de su época que no hicieron nada por depurarla y enriquecerla.

#SaldremosConOrgullo

 

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