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El electrochoque, una terapia rodeada de mitos de uso habitual

Es una técnica “efectiva” en casos muy graves, dicen los psiquiatras, aunque su uso a veces genera controversia

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El electrochoque es una terapia indicada para algunas patologías que se usa habitualmente en España y se administra con anestesia general, de una forma muy diferente a como la tenemos en nuestro imaginario. Es una técnica “efectiva” en casos muy graves, dicen los psiquiatras, aunque su uso a veces genera controversia.

No hay datos sobre cuántas personas son tratadas al año con esta técnica, pero la “terapia electroconvulsiva” -como se llama formalmente al tratamiento- no es residual, explican varios psiquiatras consultados por EFE a raíz de conocerse el caso de un joven tratado contra la voluntad de su familia por orden judicial en el Hospital Provincial de Conxo, en Galicia.

La terapia fue autorizada por el Juzgado de Primera Instancia número 6 de Santiago en base a las conclusiones de un reconocimiento judicial y forense al paciente y al informe complementario emitido por una psiquiatra, y hay una movilización social contra esta sentencia.

LA EVIDENCIA CIENTÍFICA Y LOS USOS INDICADOS

A raíz de este caso, la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental ha emitido un comunicado en el que defiende que la eficacia es “incuestionable” desde la evidencia científica. La técnica está “claramente estigmatizada" por un imaginario ligado al castigo o al control de los pacientes que “no tienen semejanza alguna con la aplicación” en la actualidad.

La sociedad médica explica que las indicaciones de uso principales son la catatonia, la depresión, la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos así como la manía.

“Sus resultados son inapelables. Su efectividad es mucho más alta que placebo, psicoterapia o antidepresivos. Consigue resolver el 80 % de los casos más graves y un 50-60% de efectividad en tres semanas, en los que ya se han mostrado ineficaces la psicoterapia y los fármacos”, dice el comunicado, aunque doctores como José Valdecasas, psiquiatra y vicesecretario de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, no están tan convencidos de que eso sea así.

El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental es Manuel Martín, que explica a EFE que en España la terapia se aplica a personas con cuadros graves que son resistentes a otros tratamientos, no en casos de primera indicación. “Si hay algo incuestionable es que esta técnica es eficaz”, defiende.

UNA IMAGEN DISTORSIONADA DE LA TÉCNICA

Lamenta este médico que se haya creado una imagen negativa de esta técnica. “Viene de unos tiempos en los que se aplicaba de una forma muy diferente a como se hace ahora, que es en un quirófano y con unos requisitos de seguridad muy importantes y con una estimulación que no produce ningún tipo de lesión”, dice.

Esta visión la comparte el catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona Miquel Bernardo, que explica: “Es un tratamiento que salva vidas. Está vigente en todos los países del mundo, con limitadas excepciones, y se aplica en todos los hospitales de primera línea españoles”.

En España es de segunda aplicación, es decir, que solo se administra si previamente otros tratamientos no han funcionado.

El doctor Miquel Bernardo puntualiza que el tratamiento disminuye la carga y los efectos del consumo de fármacos. “Otra cosa es que haya una mala prensa o un mal uso fuera del uso médico. Es un tratamiento como cualquier otro, que no es ni perjudicial ni doloroso ni punitivo”, sostiene.

LAS PÉRDIDAS DE MEMORIA, EL PRINCIPAL EFECTO SECUNDARIO

Es menos tajante el doctor José Valdecasas. “Es un tema muy controvertido sobre el que no hay una opinión monolítica ni en la asociación ni mucho menos en la psiquiatría española”, explica a EFE este psiquiatra y vicesecretario de la Asociación Española de Neuropsiquiatría que aclara que por ese motivo habla en su nombre y no en el de toda la sociedad médica.

Él también refuerza la idea de que no su uso actual no tiene nada que ver con el de las películas pero asegura que “se ha caído un poco en la creencia de que es muy eficaz” y él sostiene que los hechos no lo demuestran. Apunta además que los efectos beneficiosos son de corta duración.

“La eficacia es muy pobre y los efectos secundarios no son catastróficos, pero están ahí con mucha frecuencia. Afecta la memoria. Muchos pacientes cuentan con dificultades luego para recordar determinados eventos, y bueno, son un montón de anestesias generales y siempre hay un pequeño riesgo de mortalidad muy pequeño pero que está presente”, dice.

El propio documento de la sociedad médica expone que hay dos tipos principales de afecciones a la memoria. El primero de ellos es “el rápido olvido de nueva información”, por ejemplo dificultades para recordar conversaciones o cosas que han leído recientemente.

“El segundo tipo de pérdida de memoria concierne a los acontecimientos del pasado. Algunos pacientes tendrán lagunas en su memoria de sucesos que ocurrieron en las semanas o meses y, con menor frecuencia, años antes del curso del tratamiento”, explica la sociedad.

También se dan lagunas permanentes para algunos acontecimientos, especialmente los ocurridos cerca del tratamiento.

¿SE PUEDE FORZAR A ALGUIEN A RECIBIR EL TRATAMIENTO?

Lo más llamativo del caso de Galicia, coinciden los tres psiquiatras, es que el tratamiento se administra tras la intervención de un juez, pero en la psiquiatría son comunes los casos de pacientes internados sin su consentimiento, apunta Valdecasas.

“Se puede dar la situación de que la persona no esté en condiciones de manifestar su voluntad, bien sea porque esté inconsciente o porque el grado de afectación mental sea tan grave que que no pueda tener capacidad de decisión en ese momento”, explica por su parte el presidente de la sociedad.

Si la persona no ha dejado indicado en sus voluntades que no quiere que se le apliquen determinados procedimientos y los médicos consideran que se podría beneficiar de ese tratamiento pero la familia se opone, muchas veces se recurre a un juez para que dictamine si se puede aplicar o no.

Manuel Martín es tajante en este punto: “Desde luego, si la persona lo necesita, lo que no es de recibo es que no se le aplique el tratamiento. Realmente las personas a las que se les propone la utilización están siempre en situaciones muy graves”.

José Valdecasas, por su parte, entiende la perspectiva de las asociaciones de pacientes pero también cree que hay un "equilibrio muy tenue" entre los tratamientos y el paternalismo, pero entiende que en ocasiones los médicos tienen que reclamar la autorización del juez porque hay alteraciones de conductas que ponen en riesgo la seguridad de los propios pacientes. 

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