El tiempo en: Málaga

Torremolinos

Los molinos, padres de Torremolinos (4)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
El molino de Inca, cuya estructura actual cumplió sus largos trescientos años, fue rescatado del olvido y restaurado hasta en su mínimo detalle por el Ayuntamiento de Torremolinos. Hoy, completamente equipado de muelas y utillaje propio de la antigua molienda, todo ello accionado por la impetuosa corriente de las aguas que baja de los cercanos manantiales, el resucitado molino es centro de atracción turística. Causa admiración al visitante el sistema tan ingenioso del que otrora, en tiempos en que se desconocía la electricidad, se valían nuestros antepasados para moler en ingentes cantidades el trigo y otros cereales. El restaurado molino de Inca nos da idea de la grandiosidad y calidad de la industria molinera en Torremolinos, concentrada a lo largo del cauce que finalmente vertía sus aguas al mar y que en época árabe rendía sustanciosos dividendos al rey de Granada.
Fundamentados en los valiosos datos proporcionados por el cronista Juan José Palop en su muy instructiva y meritoria obra "Los molinos de Torremolinos", reeditada en edición facsímil en el 2006 por el Ayuntamiento de Torremolinos y digna de figurar en la biblioteca de todo buen torremolinense, recapitulamos, como a vista de águila, lo más destacado de nuestros viejos molinos, particularmente en lo que se refiere a sus denominaciones y ubicaciones aproximadas.
El molino harinero de Inca, hoy en el recinto del Jardín Botánico, en el Pago del Nacimiento de los manantiales, recibió en los años veinte la visita del rey Alfonso XIII, a raíz de su estancia en Málaga. A juzgar por la extensión del inmueble, de 237 metros cuadrados, se estima que unido al molino de Inca se hallaba el de La Molina, también harinero; pero, debido a que el de Inca aprovechaba las aguas del manantial de la Cueva y el de La Molina tomaba las aguas del manantial del Albercón, es probable que este último molino se hallara más arriba del de Inca. Se sabe que el de La Molina ocupaba una superficie de 82 metros cuadrados, según consta en los registros oficiales, aunque se ignora dónde estuvo ubicado. Se supone que, de no tratarse de una parte del molino de Inca, el de La Molina fuera derribado en 1876, cuando se desviaron a Málaga las aguas del Albercón, durante la primera toma realizada por el municipio capital.

Próximo al molino de Inca se hallaba el del Batán, harinero, de 164 metros cuadrados, que recibía sus aguas de aquél. El caserón, muy reformado y en el marco de un fascinante paisaje, alberga hoy día un atractivo restaurante, muy apropiado para acontecimientos sociales y reuniones de empresa. Cerca de este molino y del de Inca se encontraba el de Zea, que en realidad eran dos molinos con el mismo nombre, uno harinero y otro de aceite, propiedad en un tiempo de la Sociedad Azucarera Larios. Los inmuebles se alojaban en una finca de 225 metros cuadrados. En la actualidad puede verse parte de la estructura de los molinos en ruinas.
Ya a la altura de la población, muy cerca de la rotonda del Palacio de Congresos, al final de la avenida de los Manantiales, se encontraba el famoso molino del Moro, dedicado a moler trigo. La superficie total de este enorme caserón de cuatro plantas distribuidas en sótano, planta baja, principal y segunda, era de 670 metros cuadrados. Fue propiedad del conde del Peñón de la Vega, que a toque de trompeta convocaba a sus trabajadores para las faenas agrícolas. En los años cuarenta el cortijo del Moro, como popularmente se llamaba al caserón del molino, fue albergue provisional de niños desamparados, centro benéfico y de reeducación escolar que funcionaba bajo la denominación de Casa Tutelar de Menores.
En el interior de la población, no lejos de las actuales torres de los Manantiales, se hallaba el molino del Molinillo, dedicado a la molienda de sal, dentro de una finca de 227 metros cuadrados. El caserío fue derribado al construirse la avenida de los Manantiales. Como anécdota curiosa, muchos lugareños lo confundían con una casona que llamaban "el cortijillo", donde a las tres de la mañana servían lentejas estofadas en puchero de barro, y que a mediados de los setenta aún se alzaba en el extremo más recóndito del descampado donde se construye el futuro Museo de Torremolinos, que presidirá la Plaza Pablo Ruiz Picasso.
Ya en el mismo corazón de Torremolinos faenaba el molino de Manuel Manojas, que molió trigo y, posteriormente, lentejas para la fábrica malagueña del Ceregumil. El caserón, habilitado en la actualidad para diversos negocios, se yergue junto a la Plaza de la Costa del Sol y frente a la calle San Miguel. En él nació Isabel Manoja, que luchó incansablemente junto a los suyos, y hombro a hombro con el pueblo, por la Independencia de Torremolinos, conseguida finalmente el 27 de septiembre de 1988. En la planta alta del inmueble tuvo su sede la Junta Pro Autonomía de Torremolinos, bajo cuya dirección fue posible la anhelada Independencia.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN