La lluvia y el frío han enfriado la Cremà de las Fallas de Valencia, la tradición de quemar el arte satírico y de fantasía de unas fiestas que este año volvían con ilusión y esperanza a una relativa normalidad tras la pandemia pero que han quedado condicionadas y afectadas por la borrasca Celia.
Y han sido precisamente dos fallas dedicadas a las consecuencias del cambio climático, a las advertencias del calentamiento global y la necesidad de avanzar hacia un desarrollo sostenible, la municipal de la plaza del Ayuntamiento y la cercana de Convento Jerusalén, las que han concitado más atención a la hora de someterse al ritual del fuego purificador que anuncia la llegada de la primavera.
Este sábado, la Cremà ha estado protagonizada por el mal tiempo que domina la semana fallera y ha dejado estas fiestas declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad como las más lluviosas y con menos horas de sol en 84 años, lo que se ha traducido también en cancelaciones de reservas hoteleras y hosteleras para un fin de semana que prometía volver a cifras económicas prepandemia.
Seis meses después de las últimas Fallas -las de septiembre de 2021 que quemaron los monumentos que no pudieron arder en marzo de 2020 por el confinamiento ni en marzo del año siguiente por las restricciones de la pandemia-, miles de personas han salido a la calle, con paraguas y abrigo, para ver arder las 766 fallas -entre grandes e infantiles- diseminadas por la ciudad y alrededores, que este año sumaban un presupuesto total de 12,5 millones de euros.
Tras la Cremà infantil -que ha dejado para el recuerdo la agonía de la falla municipal, que no lograba prender a causa de la lluvia y el viento-, las fallas grandes han comenzado a quemarse por cada barrio a las diez de la noche, a los sones de las bandas de música y entre castillos de fuegos artificiales, y media hora más tarde ha sido el turno del elegido como mejor monumento de 2022, el de Convento Jerusalén con el lema "2030" y obra de Pere Baenas.
Con un presupuesto de 315.000 euros, esa falla hacía una alegoría, imponente y llena de riqueza cromática y simbólica, sobre los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU para salvar el planeta de los excesos humanos, y ha vuelto a ser una de las fallas más visitadas, como las del resto de la sección Especial, las de mayor inversión y espectacularidad.
Entre estas últimas se encontraba otra de las más admiradas, el "Jaque" de la falla del Pilar (segundo premio) que albergaba uno de los ninots más virales de este año por la guerra en Ucrania, el de Vladímir Putin jugando a los bolos con Joe Biden y Xi Jinping, y que como el resto ha sido pasto de las llamas.
Y a las once de la noche ha sido el turno de la falla municipal, en plena plaza del Ayuntamiento -el "kilómetro cero" del paseo fallero y donde se disparan las mascletaes más multitudinarias- y que este año, con un presupuesto de 205.000 euros (sufragados por el Ayuntamiento) y obra de Alejandro Santaeulalia y el artista urbano Dulk, llevaba por lema medioambiental la frase "Protegix allò que estimes" (protege lo que amas) que inmortalizó Jacques Cousteau.
El monumento era un canto a la Naturaleza repleto de animales en peligro de extinción y construida con materiales sostenibles para alertar del riesgo de que desaparezcan muchas especies de flora y fauna, como el enorme oso polar con mirada triste e incierta que se ha convertido en uno de los emblemas de estas Fallas.
Bajo la lluvia y ante la emoción de la fallera mayor, Carmen Martín, y su corte de honor, junto a autoridades como el president de la Generalitat, Ximo Puig, la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, y el alcalde de Valencia, Joan Ribó, la falla ha ardido sin problema y en cinco minutos se ha convertido en una pira ante la mirada de miles de personas que abarrotaban la plaza y sus calles aledañas.
Este año se han salvado del fuego, por votación popular, los grupos "Fantástica indumentaria" (de Carlos Carsí para l'Antiga de Campanar) y "Mare mòbil" (de José Gallego para Convento Jerusalén), que pasarán a formar parte del Museo Fallero.
La Cremà está siendo vigilada y atendida por un dispositivo reforzado de bomberos que presta atención especial a los efectos del viento para evitar daños en fachadas o mobiliario urbano.
Ahora llega el turno de los 1.400 trabajadores del servicio extraordinario de limpieza que ha montado el Ayuntamiento para que durante toda la madrugada se recojan los residuos de las fallas quemadas y de la intensa vida de calle que se ha hecho estos días, a pesar del tiempo tan desapacible que ha hecho y que ha obligado a suspender actos festivos y pirotécnicos.
Con la incertidumbre ante la irrupción de la crisis económica que se deriva ya de la invasión rusa de Ucrania, el mundo fallero, que había cogido aire con estas fiestas para intentar volver a la normalidad prepandemia, afronta las Fallas de 2023 con la previsión de reducir su inversión, lo que puede afectar a todos los sectores que dependen, a lo largo de todo el año, de esta fiesta universal.