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Ya no es un sueño

Artículo de Juan Antonio Palacios.

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Una vez  más, como tantas otras, a lo largo de los últimos años, tuve un bello sueño. Un maravilloso sueño. ETA había decidido dejar de matar y los ciudadanos  y ciudadanas de este país íbamos ser libres de verdad y dejar de ser caprichosas dianas de esos que solo habían tenido un asqueroso y repudiable oficio, asesinar. Ya no tendríamos que mirar para uno u otro lado, como si estuviéramos vigilados y fuéramos el fácil blanco de las escopetas y las pistolas de estos miserables, ya los andaluces, extremeños, vascos, catalanes o de cualquier autonomía, tuviéramos la profesión o actividad que hubiéramos elegido podíamos de una puñetera vez vivir en paz y libertad.


La sociedad había ganado, la democracia se había impuesto con el poder de la ley, la razón y la palabra frente a la sinrazón de la fuerza, la extorsión, la goma dos  y el tiro en la nuca. El trabajo serio, riguroso y  continuado  de los Cuerpos de Seguridad del Estado, los jueces y los fiscales  y la unidad de los partidos democráticos habían dado su fruto.

El valor de las ideas superaba una vez más a la inútil esterilidad de la violencia, de la amenaza y la coacción, y el poder respirar el aire libre de nuestras ciudades y pueblos se había convertido en un derecho irrenunciable y natural frente a los zulos crueles e inhumanos de los delincuentes del secuestro. El fascismo de quienes solo pretendían desestabilizar y atacar nuestra convivencia pacífica se había convertido en una triste página de la historia, que había ocupado casi cincuenta años y más de ochocientas victimas. Ya no tendríamos que guardar más minutos de silencio, salir a la calle para manifestarnos, para concentrarnos, para gritar: ¡Basta ya!

Ya no habría más jóvenes que se dedicaran a quemar autobuses, invadir pueblo bárbaramente y lanzar cócteles molotov contra las sedes de los partidos, la policía o cualquier oficina bancaria o comercio... Ahora la juventud se preparaba y se manifestaba reclamando un lugar, un puesto de trabajo para incorporarse socialmente y colaborar a construir una sociedad mejor.

La colaboración internacional, fundamentalmente con Francia, había acabado con cualquier sentido político de unos “patriotas” que solo eran asesinos. No había refugio, ni asilo, ni reconocimiento para quienes tenían como único argumento las armas y la muerte para todo el que no estuviera de acuerdo con ellos. Nadie tendría que mirar debajo de sus coches, observar a su alrededor cualquier movimiento extraño ni someterse a perder su intimidad bajo la vigilante mirada del guardaespaldas de turno. Ya no habría más huérfanos esperando la llegada de sus padres, no habría más niños a los que explicarles lo inexplicable que nunca llegarían a comprender ni olvidar.

Esta mañana al despertar, comprobé que no era un sueño, se había producido el principio del fin,  porque el pasado jueves día 20 sobre las siete de la tarde, el mudo entero brindaba con nosotros porque ETA había decidido dejar de matar. Confieso que cuando me dí cuenta que el sueño se había convertido en una alegre realidad, se me cayeron dos lagrimones y pensé en las victimas y sus familias de este terror sin sentido.
Ahora más que nunca, todos los demócratas teníamos que estar unidos, y conseguir que se disolvieran, entregaran las armas y nos pidieran perdón por el inútil sufrimiento causado.

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