Las comparsistas sevillanas se presentaron sobre las tablas del Falla y acabaron dejando mejores sensaciones que el año anterior desde la propia puesta en escena, que representaba un grupo de sirenas.
El primer pasodoble lo dedicó el grupo al feminismo y sirvió, además, para criticar la monarquía española; el segundo, que parecía enfocado al bullying que sufren los niños en las escuelas, acabó dedicado al sufrimiento de algunos maestros.
Los cuplés fueron, ambos, con remate para sus propias partes íntimas. El popurrí, en cambio, resultó repetitivo.