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El ciruelo misterioso

En mi conocimiento de las cuarenta variedades españolas de ciruela aquella no podía ser una friar, como le habían dicho, sino una black gold

Publicado: 20/07/2020 ·
13:25
· Actualizado: 20/07/2020 · 13:26
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

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Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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A poco que nos demos un paseo por el Valle del Guadalhorce encontraremos aun exquisitos frutos únicos que en buena parte provienen de la sofisticada técnica de los injertos, de la que ya nuestros antepasados bástulos eran grandes artífices. Es curioso como en esta ciencia y arte del injerto las especies se dejan modelar por la mano humana de tal manera que el logro final será para beneficio de muchos y en especial para la biodiversidad. De entre todos los injertos conocidos siempre fue el de los ciruelos el que más reclamó mi atención, llegando a creer que lo sabía todo estos prunos. Así que cuando la interesada Raquel Barco me remitió una foto para que le garantizara la variedad  que acababa de adquirir me presté a ello sin dudarlo. Ser tajante en estos casos es jugar con un arma de doble filo, y lo fui. En mi conocimiento de las cuarenta variedades españolas de ciruela aquella no podía ser una friar, como le habían dicho, sino una black gold. Hasta el otro filo del arma me condujo en una segunda derivada la perspicacia ingenieril de Raquel, al apostillar que tal vez no fuera española. Aceptándolo convoqué un cenáculo de expertos en ciruelos italianos, que a su vez acudieron a los chilenos, y así a otros. Tras un arduo debate, peor que el de una comunidad de vecinos, sobre si el fruto era achatado, que si tenía estrías, que si la época de maduración era tardía, al final no hubo acuerdo. Le tuve que confesar a Raquel que de ciruelos como decía Sócrates, sólo sé que no sé nada. El mundo de las variedades de las rosas o el de los tulipanes es complicado, pero este era peor, en donde además los especialistas eran auténticos fundamentalistas de sus variedades. Le he prometido que si logro algún consenso, más allá de que se trata de un ciruelo, se lo comunicaré.

Todo esto me ha recordado aquel ensayo de Clive S. Lewis titulado Esporas de helechos y elefantes, en donde ironizaba sobre aquellos críticos que se enfrascan en discusiones interminables. En estos días aciagos, en la Ciencia abundan entre los considerados más sabios aquellos que afirman ver virus y son incapaces de distinguir un elefante a plena luz del día a diez metros de distancia, parafraseando a Lewis. El misterio continúa.

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