El uso ágil, rítmico y coordinado de los dedos pulgares ha llegado a la
profesión periodística. La evidencia en la sociedad se ha trasladado al quehacer de la
canalla. La ilustración de esa certificación apareció hace escasos días en la primera página del diario
El País. El ministro Bolaños, en un atril, y a sus flancos dos hileras de periodistas, tirando de cervicales y tecleando sus teléfonos móviles poniendo en negro sobre blanco las palabras del
ministro peregil, el favorito de Macarena Olona. Ni una sola libreta, ni un simple cuadernito, ni siquiera un folio doblado. Nada. Las aplicaciones de texto de android y apple al poder.
Cuando ejercía de plumilla, yo era de los que, cual camarero, optaba por libreta vertical con refuerzo acartonado en sus entrañas para poder hacer una firme apoyatura. Me encantaban las de una papelería de Gibraltar, ubicada cerca de El Convento, la residencia del gobernador. Eran caras y cómodas pero sobre todo prácticas. Aquello me hacía ganar tiempo -si usaba grabadora, luego tenía que escuchar y transcribir- y deformar mi caligrafía para disgusto de los editores de los
cuadernos Rubio que tanto la cuidaron en maternales y parvulario.
Los jóvenes periodistas de ahora pasan los sonidos de los
canutazos directamente a los terminales móviles. Hacen bien. Ganan más tiempo aún. Estos pequeños cambios, que han venido de la mano de las
nuevas tecnologías, no paran de sorprenderme. En conversación con la profesora de un alumno en prácticas, una docente de las pocas que se preocupan del seguimiento y evolución del estudiante durante su primer contacto con el mundo laboral, ésta me explicó que cuando convoca un examen se nutre de
bolígrafos porque Rocío es consciente de que alguno de sus estudiantes acudirá a la prueba sin semejante herramienta por falta de uso. Y, por supuesto, acaba el curso y con él los cuadernos del alumnado impolutos e inmaculados.
Incluso, hasta en ese macro complejo comercial nórdico, en el que no sabes por dónde entrar y salir, ya te recomiendan que en lugar de usar ese lapicito y papel tires de la cámara del móvil para poder captar lo que luego has de buscar en las oscuras catacumbas mobiliarias. Sí, son pequeños detalles, pero expresan una
cosmovisión, como decía Julio Cortázar en su recopilación
Papeles Inesperados.