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28/04/2024  

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Cuando a finales del siglo XIX se empezó a estudiar cómo mejorar la gestión y resultados de las empresas la atención se enfocó en su interior

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Cuando a finales del siglo XIX se empezó a estudiar cómo mejorar la gestión y resultados de las empresas la atención se enfocó en su interior, en cómo incrementar su eficacia y eficiencia, sin considerar la influencia del exterior. Se consideraba que la responsabilidad del éxito de una empresa era exclusivamente de sus directivos y de lo que ocurría dentro de sus instalaciones para conseguir más producción en menos tiempo. 

La aplicación de la Teoría General de Sistemas a mediados del siglo pasado permitió mejorar la comprensión de la empresa al considerarla un sistema abierto (un conjunto de elementos interdependientes) que está inmerso en otro sistema de ámbito superior que constituye su entorno, del que depende, con el que se relaciona continuamente, al que influye, del que recibe influencias, y al que no puede controlar. Tener en cuenta esta interrelación de la empresa con el entorno que le rodea es fundamental, y los directivos deben gestionar no solo lo que ocurre dentro de la empresa, sino también las interdependencias con todo lo que hay fuera de los límites de su autoridad y control. 

Intentar mejorar los resultados de cualquier entidad u organización sin tener en cuenta las interdependencias con el exterior nos garantiza que estos resultados no se corresponderán con los esperados, y que probablemente serán peores, aunque a veces suena la flauta por casualidad. No basta con intentar mejorar internamente lo que se hace, es necesario tener en cuenta las circunstancias generales que pueden afectar a todos (el entorno genérico) y, específicamente, en nuestro ámbito o sector (el entorno específico), e identificar las amenazas y oportunidades que puede representar.

Siempre que algo nos sale bien es porque somos muy buenos, nos lo hemos trabajado y nos lo merecemos. Pero si no sale como queremos siempre la responsabilidad es de los demás, o más genéricamente, del entorno que no colabora. Cuando circulamos con nuestro coche no basta con conocer técnicamente el vehículo y saber cómo conducirlo, sino que hay estar constantemente alerta a las circunstancias que nos rodean. De igual forma, dirigir cualquier organización supone tener que prestar atención al entorno que la rodea y la influye. El recurso fácil para justificar que no se consiguen los resultados deseados es responsabilizar al entorno incierto, complejo y dinámico. El entorno cambia, pero no siempre para mal, y es responsabilidad de los directivos aprovechar las oportunidades que también presenta, sabiendo que la autoridad y el control no bastan.

 

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