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30/06/2024
 

Cuidado con la Ley Nokia

Supongamos que recibe una carta a su nombre, domiciliada en la empresa en la que presta sus servicios. Una carta particular. Puede ser de una novia, de un novio, de un tío carnal o de un primo en tercer grado...

Supongamos que recibe una carta a su nombre, domiciliada en la empresa en la que presta sus servicios. Una carta particular. Puede ser de una novia, de un novio, de un tío carnal o de un primo en tercer grado. Puede ser de una editorial especializada en material pornográfico o de una editorial de obras religiosas. Da lo mismo. Y supongamos que el jefe le arrebata la carta, toma nota del nombre y dirección del remitente, y sopesa si lleva dentro muchas o pocas hojas. No hace falta ser un experto en Derecho para concluir que se trata de un atentado a su intimidad. Pues eso lo podrán llevar a cabo en Finlandia los jefes con los correos electrónicos que reciban sus empleados, gracias a una sonrojante ley que deja el derecho a la intimidad a los pies de los caballos, de los caballos montados por los jefes. En Finlandia le llaman la Ley Nokia, porque ha sido esa empresa la que ha presionado sobre los diputados conservadores para que llevaran al Parlamento tal dislate.

Parece que Nokia sufrió un caso de espionaje por parte de alguno de sus empleados en tiempos pasados, y los dirigentes de Nokia, tan burros como los caballos que montan los jefes, piensa que así va a terminar con el espionaje industrial, como si fuera tan sencillo. Bajo la máxima “lo que es bueno para Nokia es bueno para los finlandeses”, uno de los países ejemplares de la UE acaba de retroceder en el camino de las libertades.
Por cierto, la obligatoriedad de proporcionar datos de los propietarios de los móviles en España a las compañías telefónicas, por razones de seguridad, es aceptable, pero del uso que hagan las compañías telefónicas de esos datos me fío tanto como de darle a guardar a un drogadicto 20 gramos de cocaína. Y la estrecha vigilancia que vaya a ejercer el Estado sobre las compañías será comparable a la discreción de los jefes finlandeses con la correspondencia electrónica de sus empleados.

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