Aún no terminan las rebajas cuando ya anda plantada en los escaparates la nueva colección de ropa. Da repelús tocar el tejido más liviano, un tanto lacio si se quiere, cuando aún chocan las agujas de tejer. Y es que el cambio de estación llega antes a las tiendas, a este mundo cuadrado, excesivamente iluminado, lleno de color donde la cliente buscadora o paseadora gira alrededor de confecciones arriesgadas, antes hechuras estrambóticas o para llamar la atención, que se decía. Hace poco una “n” en un cartel pequeño sobre un expositor, indicaba y agrupaba lo que no estaba rebajado, lo novedoso. Ahora ha dado el salto al escaparate, por lo que la sensación de extrañeza va pareja a la exhibición de los modelos sutiles, vaporosos, con encajes y transparencias, mientras se contemplan desde un plumífero complementado con bufanda y guantes.
El frío se ha convertido en un desafío, porque este invierno se han visto muchos tobillos al aire, deportivas de lona y camisas con puños vueltos en los días más crudos, cuando el termómetro no rascaba los diez grados por la mañana. Que lo hagan los famosetes de las revistas, tiene un por qué de cinco o seis cifras o del diseñador que les presta el modelito a cambio de su nombre a pie de foto. Pero sin estas premisas, no alcanzamos a entender esta actitud, sobre todo en estos días pasados, que nada más abrir el grifo para lavarnos la cara, poco ha faltado para que las pestañas se nos quedaran tiesas.
En cualquier caso, es lo propio de la época, notar el aire como si estuviera cargado de hielo molido, pegarse a la ropa separándola del cuerpo, creando una sensación de desamparo y desconsuelo difícil de describir. Con todo, la moda ha estado muy por encima, contemplando la guerrilla entre los botines y las zapatillas de lona con los zapatos de tacón, luciendo la parte superior de los pie sin calcetines y las pantorrillas sin medias, abriendo escotes y costuras en la fiesta de los Goya, por ejemplo, donde algunas actrices tuvieron que disimular la titiritera forzando el entumecimiento.
A propósito, la ceremonia mejoró a la del año pasado -peor no la habrá- pero no se apreciará el cambio hasta que tenga su propio estilo, por lo que será necesario que cesen las imitaciones. Siguiendo con el tema, dice el refrán que en este mes el perro busca la sombra. Y La Isla empieza a perfumarse. El azahar ya callejea, el clavo corretea por la calle Real, bajo un cielo azul tan limpio como el frío que simboliza. Dentro de nada, las nubes lo abrigarán, la lluvia lo entibiará y el levante se lo llevará. La primavera anda merodeando.