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Miércoles 01/05/2024  
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Jerez

Genaro, el amigo de todos en La Coronación

Genaro Galán Sánchez ha abandonado el mostrador de la Farmacia Coronación tras cincuenta y tres años de actividad. Entró con 15 años y se ha ido con 68. Incluso alargó su jubilación para estar con sus amigos, con “su familia” de siempre.

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  • Genaro Galán -

El pasado día 31 de enero dijo adiós a cincuenta y tres años detrás del mostrador de la Farmacia de La Coronación. Ha visto extenderse ese Jerez que acababa en la barriada de La Plata, ha visto crecer a mucha gente, irse a otras tantas y, sobre todo, ha hecho de su profesión un bastión de la amistad. Genaro Galán Sánchez dijo adiós el día 30 de enero a una vida laboral, mientras atendía a Gaspar, su último cliente, que, por voluntad propia, alargó en tres años.
“Llegué a la farmacia -situada en la Avenida de la Soleá, en la barriada de La Coronación y frente a los bloques de la Sagrada Familia- el día 1 de abril de 1963, aunque curiosamente mi primera aparición por esta zona fue con la inauguración del Bar El Titi, el 15 de enero de ese mismo año. Entonces estaba ya la barriada de La Coronación, la Sagrada Familia, Santa Ana y El Carmen. Nada más. Aún no existían ni Icovesa, ni Las Torres, ni Los Naranjos..., todo era campo. Donde ahora mismo está el Colegio Salesiano Lora Tamayo había unos graneros. Todo esto era trigo y allí  se almacenaba. De la farmacia hacia abajo no había nada..., bueno, sí, muchas ratas ja, ja, ja. Recuerdo que el tema de la farmacia no era igual que ahora, donde se hacen guardias cada 19 días, entonces se hacían cada semana y se iba rotando, una semana era en domingo y a la otra en lunes y luego el martes. Estábamos hasta las 11 de la noche y, entre una cosa y otra, cerrábamos cerca de las 12 y cuando salía de aquí lo hacía corriendo hasta llegar a mi casa, en la calle Lealas. Estaba la antigua Plata, La Plata Vieja y poco más, esto era un descampado. Luego ya llegarían Icovesa, Los Naranjos. Eduardo Delage hasta veintiocho barriadas que hay por aquí”.
Genaro llegó a la farmacia de La Coronación con “15 años recién cumplidos. Y me he llevado aquí toda la vida. Entré de aprendiz. Yo vivía, como le he comentado antes, en la calle Lealas, concretamente en el número 19 y allí había un vecino que tenía una zapatería en la calle Francos, donde estaba el almacén de distribución de medicamentos Matute, y le dijo a mi madre que en la farmacia necesitaban a un chaval. Entré para hacer los mandaíllos y aquí me he quedado 53 años”. Pronto se puso “detrás del mostrador. Mi antigua jefa era doña Amalia Alonso y su padre, ya fallecido, don Lorenzo Alonso que tenía una farmacia en la Corredera, que actualmente regenta su hijo Gregorio, y a su vez era el responsable de la Farmacia Municipal que estaba en el llamado dispensario de la calle Merced. De ellos aprendí mucho. También había un compañero que era Rafael Román. Ahora con los nuevos responsables de la Farmacia me he llevado diez años”.
Y el barrio “que ha cambiado mucho. Afortunadamente aún siguen viviendo muchos de los primeros clientes, aunque otros, desafortunadamente, ya han desaparecido. Aquí han llegado alguna gente, ya me entiende...con problemas de drogas, rumanos que se han apiñado en algunos bloques. En una casa llegaron a meterse hasta veinte. No son personas que hayan dado problemas en la calle, en todo caso se lo daban los vecinos de los bloques. Hace unos días me hicieron una entrevista también y estuvieron presentes Paco, el presidente de la Asociación Bellos Horizontes, y Cavilla y nos preguntaron por lo mismo”.
Y del barrio, de nuevo a la farmacia mientras saluda a unos y a otros “te tengo que llamar”, le coge la cara a una mujer, le da un abrazo a otro cliente en la misma puerta de esa farmacia que le ha dado para mantener a tres hijos y para vivir una vida plena. “La farmacia en mis comienzos era lógicamente muy diferente a la de ahora en la que está todo informatizado. En ese sentido ha ido a mejor porque se tienen muchos datos de los clientes. Antes los datos los teníamos en la mente. Llegaba un cliente y preguntaba por problemas de alergia o por cualquier antibiótico y todo eso lo tenías en la cabeza y hoy está todo archivado en el ordenador. Haces una ficha y tienes los datos de la persona y de su familia”.
También se han acabado “prácticamente” las famosas inyecciones  ya que “antes cuando se ponían los pedidos encima de la mesa la forma de repasarlo era diferente. Cogías el albarán e ibas punteando. Hoy lo pasas por el ordenador, metes el pedido, lo escaneas y si viena algo cambiado, porque normalmente quien despacha en los almacenes es un ordenador, lo devuelves . La verdad es que no me costó adaptarme a este funcionamiento porque ya hace una veintena de años teníamos un datáfano, donde metías el código del producto,. Lo acoplabas al auricular del teléfono, llamabas al proveedor, le dabas a lanzar y los enviabas. Era una innovación que facilitaba mucho el trabajo. En el sistema de ahora tienes programado el fichero del producto y cuando te metes en pedidos seleccionas a qué proveedor vas a pedirlo, porque cada uno tiene su número”.
Hay clientes de siempre que no cogen número para el médico porque “su médico” es el farmacéutico. ya que “los años hacen que la gente confíe en las personas” y, sobre todo en sus amigos, ya que “sí que tengo un gran número de amigos, algunos por desgracia no viven ya, pero los tengo en el corazón”. Y su corazón está en la zona ya que “comencé con mis padres a vivir en Lealas, luego nos vinimos a Las Torres, a la plaza del Cabeceo, me casé en el 73  y me fui a Los Naranjos, donde coincidí con mi jefa de estos últimos años, Pili Carreño. Con su padre, con Antonio, mantengo una buena amistad. Me fui de allí y ahora vivo en la calle Asta”.
Y el próximo día 28 la Asociación de Vecinos Bellos Horizontes le iba a hacer un homenaje “pero no voy a poder estar ya que mis jefes, Pili y Salvador, me han regalado un viaje a Barcelona, junto con mi mujer, para ver el partido Barcelona-Sevilla,. Me voy el 27 y vuelvo el 29. Surgió todo porque Antonio Conde viene por aquí a comprar y cuando se enteró que ya me jubilaba del todo me habló de que se tenía que hacer algo. Le dije que no, que yo entré aquí sin nada y me voy  igual. Si se hace otro día, encantado, pero yo lo que me llevo deestos cincuenta y tres años es haber conseguido tantos amigos, tener otra familia, como en el bar El Titi, que es como mi segunda casa o esta farmacias”.  Genaro seguirá estando día a día con su gente.

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